Hace casi cuatro años, en febrero de 2017, y con ocasión de unas fuertes nevadas en la Comunidad Valenciana, y para las que AEMET había establecido un aviso rojo, escribí en este blog un artículo y otro más al día siguiente. En ellos me refería al poco éxito que, de cara a la adecuada prevención, había tenido el establecimiento de ese aviso y el, a mi juicio, gran desconocimiento de lo que significaba. Hoy, tanto tiempo después, leo en El País un artículo de Alex Grijelmo referido a las palabras que se han utilizado más estos días en relación con las nevadas, y del que entresaco este párrafo:
"alerta roja. “Alerta” viene del italiano all’erta, etimológicamente “a levantarse”. Junto a “roja” (del latín russus), forma una expresión que oímos a cada rato desde hace días, desde hace años, desde hace decenios; pero no se sabe bien en qué consiste la alerta roja ni para qué sirve. ¿Para organizar servicios de asistencia a los atrapados en los atascos? No. ¿Para almacenar sal suficiente y arrojarla sobre todas las vías principales? Tampoco. ¿Para que se refuercen los servicios de bomberos o de quitanieves? Nasti de plasti (para los más jóvenes: “nada de eso”). ¿Para que la gente se quede en casa? Ni por asomo. La alerta roja sirve solamente para que la autoridad se quede satisfecha al pronunciar esas dos palabras mágicas."
Uno de los mapas emitidos por AEMET con avisos rojos
Es decir, cuatro años después, seguimos reconociendo que no se hace en general el uso adecuado de los avisos rojos, de los cuales en la web de AEMET se especifica lo siguiente:
Rojo: El riesgo meteorológico es extremo
(fenómenos meteorológicos no habituales, de intensidad excepcional y con un
nivel de riesgo para la población muy alto).
Recomendación: Tome
medidas preventivas y ACTÚE según las indicaciones de las autoridades.
Manténgase informado de la predicción meteorológica más actualizada. Las
actividades habituales pueden verse gravemente alteradas. No viaje salvo que
sea estrictamente necesario.
Quiero pensar que este texto es perfectamente conocido por las autoridades,
pero sí es así, ¿no deberían haberse establecido medidas preventivas en una
serie de casos -en otros se ha actuado bien- más que acciones reactivas?
Supongo que si no se hizo habría sus razones pero yo, y seguro que más
personas, no las conocemos.
Cuestión distinta es su conocimiento por parte del público. Tengo la
seguridad, extrapolando lo que veo a mi alrededor que, aunque a parte de la
población le suene algo eso del aviso rojo, no tiene un conocimiento en
profundidad de lo que ello significa. Tenemos por tanto un serio problema de
comunicación que resta eficacia a la calidad de las predicciones y avisos.
Desde hace bastante tiempo vengo sosteniendo que, tanto en la planificación
del sistema de avisos como en su ejecución en tiempo real, sería importante
contar con expertos en sociología y comunicación, y que durante la ocurrencia
de situaciones adversas deberían trabajar conjuntamente con meteorólogos y
técnicos de protección civil. Sería un gran avance que al público le llegaran
de forma continuada y unificada mensajes diciéndoles lo que es probable que
pase, cómo le puede afectar y qué medidas es recomendable que adopte.
Este planteamiento, junto con el tiempo de adelanto con el que
podrían emitirse los avisos, y de lo que me gustaría tratar en otra
entrada, creo que debería tenerse en cuenta para la cada vez más necesaria
revisión en profundidad del sistema Meteoalerta.
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