Ahora que la tremenda irrupción de polvo sahariano sobre Canarias va llegando a su fin, me parece un buen momento para compartir algunas reflexiones personales sobre la situación en sí misma y los avisos meteorológicos que la han acompañado. Adelanto que no soy muy experto en este tipo de situaciones pero, en cualquier caso, pienso que quizás pueden contribuir al necesario debate sobre sus causas y la evolución de los citados avisos.
Imagen del día 23 de febrero a las 16 UTC con la entrada de aire africano en pleno desarrollo |
La situación atmosférica causante de la irrupción parece en principio bien determinada, al menos desde un punto de vista cualitativo. La dana situada algo al oeste del archipiélago recondujo hacia ella y aceleró la circulación de vientos africanos de componente este e hizo que irrumpiera sobre las islas una masa de aire con una gran cantidad de polvo en suspensión con una concentración de partículas poco o nada conocida hasta la fecha.
Conviene por tanto detenerse en principio en cuál puede haber sido la causa de que esa concentración fuera tan alta. Por un lado puede pensarse que, ya en su origen, esa masa la poseía y que la gran velocidad del viento pudo haber originado un transporte mucho más rápido y eficaz, e incluso provocar un incremento de la concentración al levantar más polvo durante su recorrido. Pero esa gran velocidad (en sentido amplio, otra cosa es la aceleración por el efecto ladera) debe estar unida a una intensificación del gradiente de presión en la zona. En un primer vistazo a los mapas se me ocurre pensar que puede haber estado ligada a la expansión sobre el norte de África desde la Península Ibérica de una gran zona anticiclónica así como, lógicamente, al descenso de presión en superficie en la zona delantera de la dana.
En cualquier caso estas son algunas hipótesis que deben ser confirmadas o desechadas en los estudios que se lleven a cabo, que deberían incluir también la comparación con otras situaciones pasadas de intensas calimas. Lo que sí conviene señalar es el acierto de los modelos numéricos en la predicción de la situación, y no sólo de los puramente atmosféricos sino también, y de forma muy importante, de los específicos de transporte de aerosoles. Y junto con ello, la aplicación de las interesantes investigaciones desarrolladas en Canarias sobre la aceleración de los vientos por el efecto ladera, potenciadas por el paso de la tormenta tropical "Delta" el año 2005, y que tanto tienen que ver con grandes destrozos y la propagación de incendios.
Por lo que se refiere a los avisos de calima y a las opiniones expuestas en las redes sobre el interés de que también existan para estas situaciones los de tipo naranja y/o rojo, creo recordar que este es un tema que se discutió bastante durante la elaboración del sistema Meteoalerta. Se llegó a la conclusión -hablo de 2004 o 2005- de que no había forma de determinar a priori su intensidad y que, además, sólo se podía disponer como referencia de datos de reducción de visibilidad en las zonas de los aeropuertos. Se estimó que la mejor solución era dar un aviso amarillo como llamada de atención sobre la llegada de una situación de ese tipo y a la que había que prestar atención en el caso de actividades en las que pudiera interferir de forma sensible. Sin embargo, el impresionante avance que se ha dado en los últimos años en la predicción de las intrusiones de polvo y su caracterización a través de distintos parámetros, creo que pueden permitir ya la introducción de esos nuevos avisos, y supongo que si no se ha hecho todavía puede haber sido por no haberse presentado en los últimos años intrusiones de tan gran intensidad. Si ello va acompañado -como parece que así va a ser- de mensajes de protección civil a través de los teléfonos móviles, creo que esta situación, aún con todas sus graves consecuencias, puede significar la oportunidad de dar un gran paso adelante.