18 de junio de 2012

"Tropical", "moderado", "variable"...


Cada año, cuando llega el calor, aparece de nuevo el debate sobre el concepto de “noche tropical” que se suele aplicar cuando la temperatura mínima durante la noche y madrugada no baja de ¿20…22…24 grados?  Aunque parece que la definición más “oficial” es la de los 20º no parece lógico que el mismo umbral pueda servir para cualquier zona. Personalmente, para España prefiero la expresión “noche cálida” o “noche muy cálida” pero, en cualquier caso, sería necesario que, al igual que se hizo cuando se estableció el plan de avisos “Meteoalerta”, se  establecieran a partir de estudios estadísticos umbrales específicos para distintas zonas de España. De esa forma el término se adecuaría a lo que los habitantes de cada región sienten cuando se refieran a él.

Sin embargo, el objeto de esta entrada no es el de participar en el debate sobre la “noche tropical” sino referirme a un tema más amplio, al que éste da pie, como es del lenguaje utilizado en las predicciones meteorológicas. Tanto términos como “moderado”, “disperso” o “variable” como el propio estilo de la redacción o la estructuración de los textos de las predicciones han sido y siguen siendo objeto de debate. Se dice a veces que son términos nada o poco definidos, que, aun definidos no son adecuados o que, incluso definidos y adecuados, el público no los conoce.

Por lo que se refiere a su definición no es verdad que no lo estén. El entonces Instituto Nacional de Meteorología creó hacia la década de los 90 un grupo de trabajo para establecer un manual de los términos meteorológicos usados en sus predicciones. Participé muy directamente en aquellos trabajos y doy fe de las tremendas dificultades que supone realizar un trabajo de este tipo que sea por una parte fiel a lo establecido internacionalmente, que responda a las características españolas y que, además, sea comprensible para el público. La publicación que resultó de ese trabajo se denominó “Manual de estilo de términos  meteorológicos” y una versión del mismo está disponible en el web de AEMET. Posteriormente, con motivo de la puesta en marcha del citado plan “Meteoalerta”, se elaboró un documento más específico dedicado a explicar los criterios que se establecían para emitir los avisos así como para ayudar a la comprensión de los términos utilizados. Por tanto creo que la Agencia hizo un esfuerzo importante –no sé si suficiente- de definición y de ayuda a la interpretación  de sus predicciones y avisos.

Cuestiones distintas son si se trata de términos adecuados y si el público los conoce. Es indudable que el citado manual necesitaría una cuidada revisión para corregir algún punto, adecuar algunos términos e introducir otros, sobre todo con el fin de orientarlo hacia predicciones de carácter más probabilista. Es necesaria también una difusión mucho más amplia de este tipo de términos y de su interpretación  de cara a que se obtenga el máximo beneficio de predicciones y avisos….pero aquí es donde juegan un papel muy importante los medios de comunicación a  los que desde hace mucho tiempo vengo reclamando una mayor atención a la divulgación meteorológica y climatológica.

Llegado a este punto deseo hacer una reflexión más amplia. La predicción y vigilancia meteorológica es un servicio público de carácter esencial. Es fundamental por tanto aunar y coordinar esfuerzos para ofrecer a la sociedad toda la potencia predictiva que ofrece la meteorología moderna tal como ya he apuntado en alguna otra entrada de este blog. Y para ello la adecuada comunicación es tan importante como la propia predicción. Pues bien, dada su importancia,  y en cierto modo también su complejidad si tenemos en cuenta la calidad y cantidad de la información a comunicar, no puede ni debe ser responsabilidad sólo de los meteorólogos el diseñarla y estructurarla sino que es necesaria también la participación de otros expertos.

Esta reflexión la hicimos hace un par de años en AEMET y nos llevó a organizar un curso de verano en la Universidad Complutense en el que, bajo el título “Meteorología, Comunicación y Servicio Público”, se trataba de promover un encuentro y un diálogo entre meteorólogos, sociólogos y comunicadores que permitiera establecer las bases para lograr la mejor y más eficaz comunicación de avisos y predicciones en distintos ámbitos y medios. Pues bien, cuando el curso estaba perfectamente organizado y listo para su desarrollo hubo de ser suspendido porque sólo se habían inscrito dos personas en el mismo. ¿Poca publicidad?, ¿falta de interés? ¿crisis? ¿excesiva duración?... Probablemente de todo un  poco.

En cualquier caso ahí queda la propuesta por si, bien  AEMET o alguna otra institución, se siente motivada a desarrollar un proyecto de este tipo que, además de aclarar la “noche tropical” o la “nubosidad variable”, optimizaría –y esa sería su gran aportación- un servicio público de extraordinaria importancia y justificaría aún más las importantes inversiones  que se hacen internacionalmente en las infraestructuras meteorológicas tanto terrestres como satelitales de todo punto necesarias para prestarlo.

2 comentarios:

  1. Particularmente pienso que los términos relativos a la sensación fisiológica del calor o frío son muy resbaladizos y deberían tratarse con mucha cautela. Ahora en verano no es raro escuchar que en tal sitio de la costa mediterránea había 30 grados pero que la sensación térmica era de 40; mi experiencia me dice que nada tiene que ver la sensación que se tiene con 30 grados y una humedad altísima con la de tener 40 grados y una humedad bajísima, sinceramente no le veo equiparación, la primera te hace sudar y "quemarte" por dentro al no poder la sudoración provocar una evaporación suficiente (y por tanto enfriamiento) y la segunda es una sensación de quemazón por fuera y sin apenas notar sudor pues se evapora inmediatamente ¿cómo podemos decir que son equivalentes?. En cuanto a noche tropical viene a ser lo mismo, aparte de lo llamativo del término y por lo tanto con un gran poder de seducción para los medios; 22 grados en Málaga y con brisa marina pueden resultar muy fresquitos mientras que los mismos en Córdoba, pueden resultar insoportables, pues no olvidemos que solemos dormir en casas, bloques de pisos, etc., caldeados después de muchas jornadas de calor sofocante, y el problema no son tanto los 22º de fuera, sino los 32 grados de la casa, al no haber brisa marina en Córdoba, el aire apenas entrará en la casa y dormir será bastante complicado, por eso, porque no vivimos en mitad de la calle, siempre me ha parecido el concepto de "noche tropical" poco útil.

    Enhorabuena de nuevo por tus magníficos artículos.

    Saludos

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    1. Gracias Jorge. Estoy de acuerdo contigo. Por eso habría que hacer un estudio para determinar umbrales en distintas zonas. Sería mas dificil teniendo también la humedad en cuenta pero merecería la pena. A ver si, como digo en el blog, Aemet o algún Departamento universitario de Climatología lo hace.

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