Según
la Organización Meteorológica Mundial, en 2011, la cantidad de gases de efecto
invernadero presentes en la atmósfera alcanzó un máximo sin precedentes. Entre
1990 y 2011, se registró un aumento del 30% en el forzamiento radiativo, -el
efecto de calentamiento en nuestro clima- debido al dióxido de carbono (CO2) y
otros gases de larga duración que atrapan el calor.
Coincidiendo
con el inicio de la Conferencia de Quatar sobre el cambio climático, la
Organización Meteorológica Mundial ha hecho público un comunicado de prensa en
el que advierte de la imparable progresión en la atmósfera de los gases de
efecto invernadero. En el mismo se expresa también una gran preocupación por la
situación de los sumideros de carbono teniendo en cuenta la acidificación
creciente de los océanos, lo que indica
que éstos siguen absorbiendo continuamente más y más dióxido de carbono. Este proceso
puede estar afectando ya claramente
a la vida de los animales marinos y por
tanto a la cadena alimentaria submarina.
Confieso
que he tardado un poco en decidirme a escribir esta entrada del blog porque la
cuestión puede ya resultar un tanto “cansina” tanto para el que lo escribe como
probablemente para el que lo lee. Sin embargo es imposible dejar de hacerlo
cuando se observa el desinterés creciente de al menos la gran mayoría de los
gobiernos, tal como se refleja en los magros resultados que se esperan de la
cumbre de Quatar. Por si fuera poco a
ello se suman también las declaraciones de algún responsable meteorológico que,
mas allá de las claras y rotundas declaraciones de la propia Organización Meteorológica
Mundial y de la recientemente emitida por la American Meteorological Society,
sigue poniendo en tela de juicio sin ningún argumento concreto la realidad del
cambio climático inducido en gran medida por la acción antropogénica.
Es
curioso como a medida que avanzan las certidumbres científicas sobre la
realidad del fenómeno y de la atribución de varios de los últimos fenómenos
adversos registrados a nivel mundial al calentamiento global, la clase política
mundial siga encerrada en una visión cortoplacista centrada –esta vez- en la crisis económica internacional. En mi opinión esa crisis es en buena medida
el resultado de unas opciones de desarrollo incompatibles con una evolución
armoniosa y sostenible de la humanidad, como lo es también, en un alto
porcentaje, el calentamiento global. Dos caras de una misma moneda que sólo
puede manejarse y gestionarse adecuadamente yendo a las raíces del problema. Sólo una acción constante y sin desfallecimientos
de cada uno en su esfera social, grande o pequeña, puede ir logrando una mayor
concienciación y una mayor presión sobre los gobiernos. Pero, ¿será suficiente?
¿Estamos todavía a tiempo? No lo sé, pero lo que está claro es que no está
permitido desfallecer en este empeño.
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