Digo con frecuencia que, en mi opinión, las predicciones meteorológicas más difíciles son las de tormentas y nevadas aunque, en el caso de éstas últimas, me refiero principalmente a aquellas que pueden producirse entre altitudes de 600 a 800/900 metros. Las situaciones más usuales de nevadas relativamente amplias en España suelen tener su cota de lluvia/nieve en esa zona que es, por otra parte, a la que se encuentran un buen número de poblaciones importantes del interior peninsular y entre ellas, Madrid. La determinación de esa cota, debido a las características de este tipo de precipitaciones, puede tener una imprecisión entre 100 y 200 metros, y eso da lugar con alguna frecuencia a predicciones fallidas o no muy correctas con las consiguientes repercusiones sociales y mediáticas.
Pero lo que es más infrecuente es que la predicción falle por errores en la cantidad de precipitación o incluso por su ausencia. Eso es lo que ha ocurrido hoy en amplias zonas del centro peninsular, ciudad de Madrid incluida, dando lugar a un sonado patinazo en las predicciones que habían dado prácticamente por segura una nevada de, al menos, 2 o 3 cm. Ha ocurrido justamente en una jornada en la que la cota ha sido bastante igual a la prevista, pero en la que, sin embargo, el, a mi juicio, mayor desplazamiento hacia el sur de la borrasca atlántica ha hurtado precipitación al centro peninsular.
Ese fallo en los modelos -que en cualquier caso sería interesante estudiarlo más en profundidad- ha dado lugar a otros muchos en las predicciones emitidas por instituciones oficiales, empresas privadas y por aficionados. Debe reconocerse que, si ya es raro que un modelo de gran categoría tenga un fallo de este tipo, es casi increíble que otro de ellos, e independiente del primero, tenga un fallo casi semejante. De este modo, si bien la situación no era de las más típicas de nevadas, la coincidencia de ambos modelos daba bastante seguridad -confieso que yo mismo la tuve- en esa predicción de nieve.
Entonces, uno se pregunta sí no se puede hacer más, sí, en un caso de éstos, no existe ese "valor añadido" de los predictores profesionales que, más allá de ver e intentar interpretar salidas de los modelos, van siguiendo la situación, manejan los distintos escenarios proporcionados por la predicción probabilística, comprenden la física que hay en esa evolución, comparan si la evolución real va siendo consistente con la que van dando los modelos y matizan o, en su caso corrigen de una forma u otra esas salidas. Porque, eso es lo que los diferencia de los puros "lectores" o "interpretadores" de modelos que no pueden hacer una cuidada diagnosis por falta de medios técnicos o de formación y que, además, casi no disponen de buenos productos de predicción probabilística. La adecuada y puntual guía de esos profesionales iluminaría la predicción en situaciones como ésta.
En el Sistema Nacional de Predicción de AEMET se llevan a cabo estas tareas y, aunque ya no estoy allí, supongo que el no elevar el aviso de nivel amarillo a naranja en algunas zonas -algo que yo mismo pensé en algún momento que podría haber sido conveniente dadas las importantes precipitaciones que se preveían sobre todo en el cuadrante suroeste peninsular- fue debido a que algo vieron en el comportamiento de esa borrasca y a que, seguramente, no todos los escenarios de la predicción probabilística apuntaban a la situación de precipitaciones significativas en la zona centro, debido a las dificultades en la conducción y desarrollo de esa débil perturbación.
Pero tener predictores con ese nivel de formación, entrenamiento y dedicación es costoso y exige apostar por ello; es la única forma en que pueden manejarse adecuadamente predicciones difíciles o relacionadas con fenómenos adversos. Sin embargo, no estoy muy seguro de que muchos Servicios Meteorológicos contemplen profundamente esta cuestión. Y es necesario, porque un buen predictor profesional no puede ser solamente un buen lector o interpretador de mapas. La mente humana, bien entrenada y con medios, puede ofrecer bastante más.
Creo, por otra parte, que nuestro sistema de avisos tiene ya que ir evolucionando hacia otro, más parecido al británico, en el que los niveles de probabilidad de ocurrencia y de impacto potencial son elementos fundamentales en la determinación del nivel amarillo, naranja o rojo. Comprendo que no es fácil pero cada vez estoy más seguro de que se trata de un cambio necesario.
Creo, por otra parte, que nuestro sistema de avisos tiene ya que ir evolucionando hacia otro, más parecido al británico, en el que los niveles de probabilidad de ocurrencia y de impacto potencial son elementos fundamentales en la determinación del nivel amarillo, naranja o rojo. Comprendo que no es fácil pero cada vez estoy más seguro de que se trata de un cambio necesario.
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