Hace unos días han sido noticia las declaraciones del ministro ruso de Situaciones de Emergencia con ocasión de la situación de lluvia intensa y vientos muy fuertes que afectó a Moscú la semana anterior dejando varios muertos y grandes pérdidas materiales. En esa declaración el ministro planteaba estructurar un sistema de responsabilidad económica ante predicciones fallidas o mal comunicadas. Es decir, multar a los meteorólogos -¿o a los organismos correspondientes?- cuando fallen en sus pronósticos o no los comuniquen bien.
Efectos del temporal en Moscú (foto: AP) |
Creo que en esta cuestión cabe distinguir dos aspectos. El primero es que los meteorólogos, como los demás trabajadores, son responsables de cumplir su cometido siguiendo los protocolos establecidos por su empresa u organismo, y si se demostrara una clara negligencia en ello deben recibir el apercibimiento o la sanción correspondiente. Esto es evidente y no cabe darle muchas más vueltas.
Sin embargo, en predicción meteorológica, las cosas no suelen en general ir por ahí. El fallo proviene normalmente de algún error en los modelos de predicción o de la no idoneidad de protocolos de trabajo o de comunicación, que deberían ser renovados con bastante frecuencia respondiendo a las demandas sociales o a las evoluciones tecnológicas. Y en este contexto hay algo a lo que debe prestarse gran atención y que, a mi juicio, debe ser incluido más pronto que tarde en los protocolos técnicos, y sobre todo de comunicación, en situaciones de fenómenos adversos. Me refiero, como no puede ser de otro modo, a la predicción probabilística.
No conozco en detalle la situación atmosférica que afectó a Moscú, ni que modelos o técnicas emplearon los predictores, o si el problema fue estrictamente de comunicación. En cualquier caso lo sucedido me recuerda a otra situación en Nueva York -en este caso de nevadas- donde ocurrió también un importante fallo de predicción y que hizo que Louis Uccellini, el director del National Weather Service, reconociera que las cosas hubieran ido mejor si se hubieran tenido más en cuenta las predicciones probabilísticas.
Conviene recordar a este respecto que los distintos escenarios, normalmente no más de tres o cuatro, que nos ofrecen estos modelos, no nos sirven sólo para atribuir un valor porcentual de ocurrencia a la evolución más probable. Nos ofrecen también otros escenarios con menor probabilidad pero también posibles, de los que hay que estar al tanto -y de los que hay que avisar de forma adecuada- sobre todo si presentan caracteres potencialmente adversos.
Creo que este planteamiento debe introducirse cuanto antes en las rutinas de trabajo de los centros meteorológicos -en buena medida en varios de ellos lo está- pero sobre todo en los protocolos de comunicación hacia autoridades y público. Soy consciente de las resistencias y temores que provoca esta cuestión por miedo al rechazo o a una mala comprensión. No estoy seguro de que eso ocurriera si se hacen las cosas bien pero, en cualquier caso, si el reconocido mejor modelo del mundo informa de la probabilidad -aunque sea baja- de que ocurra un fenómeno adverso importante en una zona concreta, el público afectado debe saberlo y saber también la probabilidad, sea la que sea, de modo que se le facilite la toma de decisiones responsables.
También es posible que este fenómeno de Moscú, pudiera por sus dimensiones, no haber sido bien resuelto por un modelo de relativa -solo relativa- baja resolución como es el del Centro Europeo. Sin embargo, los modelos probabilísticos de mesoescala van estando ya disponibles ya en algunos países, y en España es probable que los tengamos también muy pronto. Si es así, creo que habría que preparar ya los protocolos de comunicación adecuados para aprovechar toda su capacidad predictiva en el campo sobre todo de los fenómenos adversos.
Por tanto, creo que el ministro debería exigir más probabilidades que multas. Es el camino a seguir si realmente se quiere informar mejor en este campo.
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