28 de mayo de 2012

Huracanes, "Niños", volcanes...


El próximo 1 de junio comienza la temporada oficial de huracanes en el Atlántico si bien este año un par de tormentas tropicales “Alberto” y “Beryl” se han adelantado a la fecha. De acuerdo con la últimapredicción oficial de la NOAA esta temporada podrá considerarse “casi normal” en cuanto al número de tormentas tropicales y huracanes que pueden producirse.  Así se esperan de 9 a 15 tormentas tropicales de las que 4 a 8 se convertirán en huracanes y de éstos entre 1 y 3 se convertirán en grandes huracanes, es decir, de categorías 3, 4 y 5. Para hacer este tipo de estimaciones los meteorólogos norteamericanos utilizan distintos criterios y herramientas siendo uno muy importante el hecho de que se produzca o no un episodio de “El Niño”. A esta conexión de “El Niño” con los huracanes quiero dedicar esta entrada del blog.

Antes que nada conviene recordar que, aunque no son los únicos, hay dos elementos clave para la formación de una tormenta tropical y para favorecer su evolución hacía un huracán. El primero de ellos es la temperatura del agua del mar. Para que se desarrollen potentes nubes tormentosas capaces de liberar las grandes cantidades de calor latente necesarias para alimentar estos fenómenos es necesario que esa temperatura sea al menos de unos 26,5º. Pero no basta sólo con que se formen; hace falta también que puedan desarrollarse con gran fortaleza y que se mantengan con el paso del tiempo para que la energía liberada sea cada vez mayor. Es preciso por tanto que no exista un mecanismos que pueda “cortar la cabeza” a esas nubes. Ese mecanismo existe en la atmósfera y se llama cizalladura vertical del viento, es decir, que la velocidad y/o la dirección del viento varíe con la altura. Por tanto, para que se forme un huracán, no debe existir esa cizalladura o debe  ser  muy poco importante.

Y aquí es donde interviene “El Niño”. “El Niño” es un fenómeno climático de gran escala en el que interviene tanto la atmósfera como el océano, que se caracteriza fundamentalmente por un calentamiento del agua de la superficie marina en amplias zonas del Pacífico. Este calentamiento altera el patrón de las lluvias tropicales desde Indonesia a la costa occidental de América del Sur, algo que a su vez va unido a cambios sustanciales en la circulación atmosférica en muchas zonas del planeta. Pues bien, uno de estos cambios es el aumento del viento del oeste en niveles altos en el área atlántica de formación de huracanes. Por tanto ahí aparece ese mecanismo de cizalladura que incide tan negativamente en su formación y mantenimiento.  En el caso de que ocurriera el fenómeno contrario, el denominado “La Niña”, lo que se produce en el Atlántico es el fenómeno contrario: casi no existe cizalladura vertical del viento y los huracanes se ven favorecidos.

Pues bien, como este año se prevé que para el periodo agosto-octubre, que es el más crítico para la formación de huracanes, pudiera existir un episodio de “El Niño” o al  menos condiciones “neutrales”, los meteorólogos prevén una temporada “casi normal” ya que, aún con la presencia de otros factores favorables, la presencia de la cizalladura los equilibraría o disminuiría en gran medida.

Se han planteado muchas hipótesis para explicar la puesta en marcha de fenómenos tan complejos y de tanta trascendencia para el clima global como el de “El Niño” y su opuesto, “La Niña”. Ninguna es del todo convincente y probablemente resulten de la combinación de varios procesos ocurriendo simultáneamente.  Uno de los más importantes sería un “desbordamiento” del agua oceánica cálida del Pacífico central hacia el Pacífico meridional unido a un debilitamiento de los vientos del este. Otro del que se habla con cierta frecuencia es el efecto de las erupciones volcánicas en los trópicos de modo que mediante un mecanismo complejo se podría doblar la probabilidad de ocurrencia de un fenómeno “El Niño” en los meses siguientes a la erupción. Incluso hace muy poco tiempo se ha llegado a sugerir algo tan curioso y en principio tan heterodoxo como que las erupciones submarinas podrían ser la causa del calentamiento de las aguas que caracteriza a “El Niño”.

En cualquier caso lo que si queda cada vez más claro es la profunda y compleja interrelación que existe entre todos los procesos físicos de este planeta de modo que la variación en cualquiera de ellos tiene necesariamente una repercusión mayor o menor en todos los demás. Incluso -como ya nos dijo Lorentz- hasta el vuelo de una paloma. O de una mariposa.

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