24 de diciembre de 2018

¿Cómo fue la Nochebuena meteorológica en España hace 150 años?

Sí, esa es la pregunta...¿Cómo fue desde el punto de vista meteorológico la noche del 24 al 25 de diciembre de 1868? 

Si esa cuestión me la hubieran planteado hace sólo dos o tres años, mi contestación hubiera sido que no habría forma de saberlo salvo intentando rebuscar en hemerotecas o en algún dato suelto que pudiera constar -me imagino que no- en los archivos de AEMET o de algún otro Servicio Meteorológico europeo. Pero, aún contando con ello, no podríamos tener la visión global que nos proporcionaría un mapa sinóptico de superficie junto con una topografía de 500 hPa y la temperatura a 850 hPa. Pero, lógicamente, imposible, tener esos mapas de hace 150 años.

¿Imposible? Aquí están:

Probable topografía de 500 hPa y mapa de superficie a las 00Z del 25 de diciembre de 1868

Probable mapa de temperaturas a 850 hPa a las 00Z del 25 de diciembre de 1868
Pues sí, aquí están... pero como puede verse me refiero a ellos como "probables". Con las modernas técnicas de asimilación de datos desarrolladas para los modelos numéricos de predicción es posible llevar a cabo el mejor análisis posible a partir de los datos de que se disponga, incluso, como es en este caso, aunque sólo sean  de superficie. Se trata mediante estas técnicas de encontrar la estructura atmosférica tridimensional que sea compatible y mejor responda a los datos realmente observados. Por tanto, no son análisis en el sentido actual del término, pero sí constituyen el mayor acercamiento posible a la circulación atmosférica que realmente tuvo lugar ese día; la configuración más probable.(Nos guste o no, siempre acabamos hablando de probabilidad). 

Indudablemente para la realización de estos trabajos se necesitan grandes recursos de cálculo. Que yo sepa, están siendo llevados a cabo sólo por el Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo y la NOAA norteamericana que, en su "marcha hacia atrás", ha llegado nada menos que hasta 1851. Esta es la procedencia de los mapas que aquí presento y que el Servicio Meteorológico alemán pone disponibles a todo el mundo a través de este enlace.

Pero nos preguntábamos como fue la Nochebuena de 1868. Pues, si damos por buenos los mapas anteriores, vemos como la Península y Baleares se encuentran bajo una circulación de Ponientes en niveles medios, mientras que en superficie se encuentran en el radio de acción  de una amplia borrasca centrada sobre las Islas Británicas y cuyos frentes asociados están llegando a la Península. De hecho, prácticamente puede pintarse una onda frontal con el frente ocluido yendo desde Gran Bretaña hasta el norte de Galicia, y empalmando ahí con el frente cálido que entra por Portugal y el frente frío todavía en pleno Atlántico. Por otra parte, las temperaturas a 850 hPa están en el rango entre los 2 y 5ºC. 

Pues bien, con esta situación no es difícil comentar cómo pudo ser esa noche: ambiente relativamente suave para la época del año en las vertientes atlántica y cantábrica si bien el viento y la humedad la podrían hacer algo desapacible. Habría lluvias no muy abundantes que podrían convertirse en nieve por encima de los 800-1000 metros según zonas. En el área mediterránea, tiempo seco con temperaturas muy suaves y viento en ocasiones algo molesto. Y en Canarias, al menos durante aquella noche, predominaría el tiempo típico del alisio. 

Horas más tarde llegaría el frente frío...Y ya que en algunas zonas había llovido en Nochebuena... ¿Cómo sería la noche de Fin de Año?... La respuesta aquí.

Y 150 años después, ¡Feliz y anticiclónica Nochebuena de 2018!



20 de diciembre de 2018

Nuestra meteorología en 2018: Apuntes y opiniones

Hace pocos días, en su habitual rueda de prensa trimestral, AEMET ha facilitado un avance (hasta el 12 de diciembre) del comportamiento meteorológico del año 2018 en España. Ha destacado fundamentalmente por su carácter "muy húmedo" con una precipitación media de 784 mm, lo que supone un 20 por ciento más que el valor medio del periodo 1981-2010. Queda caracterizado así como uno de los cinco años más lluviosos desde 1965, y el segundo o tercero del siglo XXI. Por otra parte la temperatura media ha sido de 15,5ºC, con una anomalía de 0,4ºC respecto al valor medio del citado periodo 1981-2010, lo que le convierte en el quinto año consecutivo con temperaturas por encima de la media. En cualquier caso, más allá de estos valores medios, se han producido a lo largo del año una serie de situaciones atmosféricas a las que me quiero referir brevemente y que, en su momento, traté más ampliamente en este blog. 

Los problemas empezaron pronto. En pleno Día de Reyes una nevada copiosa pero bien prevista y avisada bloqueó a cientos de automovilistas en la AP-6 cuando retornaban a Madrid. 


(foto: El País)

¿Qué información habían recibido... si es que habían recibido alguna? ¿Cómo la interpretaron? ¿Fueron realmente conscientes de los problemas que podrían encontrar? Y, por otra parte, ¿volvería a ocurrir algo así un año después? ¿Ha cambiado de algún modo la difusión y el modo de comprensión de los avisos meteorológicos?

A finales de febrero, un cambio radical en la circulación atmosférica, provocado como posteriormente se ha demostrado por la ocurrencia previa de un calentamiento súbito estratosférico, dio origen al establecimiento de un gran temporal de lluvias en la vertiente atlántica que supuso el principio del fin de la grave sequía que se prolongaba desde hacía algunos años. 

(Universidad de Wisconsin)

Cabe destacar la rapidez con que esta vez investigadores españoles estudiaron la situación y demostraron su relación con el citado calentamiento súbito. 

Abril y mayo fueron tiempos de danas, pero entrando por el noroeste o, como mucho, por el oeste penínsular, dando por tanto un tiempo más frío y menos lluvioso que si lo hubieran hecho por el suroeste. Además, por ese camino, hubieran podido afectar al área mediterránea donde la lluvia seguía escaseando mucho. 


Mis comentarios sobre estas situaciones y sobre los distintos "caminos" de las danas ibéricas quedaron reflejados en esta y esta otra entrada. 

Junio y julio no fueron excesivamente calurosos, pero agosto empezó con una muy marcada ola de calor que culminó el día 4 con temperaturas máximas entre 46 y 47ºC



Algunos comentarios sobre el origen de la masa de aire responsable y su evolución aparecen en esta y esta otra entrada.  Pero agosto no sólo se caracterizó por esas altas temperaturas sino también por batir el récord mensual absoluto de rayos registrados en España; una circunstancia que probablemente estuvo relacionada con la continuada presencia de vaguadas durante todo el mes con entradas de aire húmedo atlántico unas veces y mediterráneo otras, lo que provocaba una gran actividad tormentosa. 

(Fuente: AEMET)

Octubre fue un mes realmente complejo. El día 9 se produjo la dramática torrentada de Sant Llorenç en la isla de Mallorca, recogiéndose en la zona unos 233 mm en cuatro horas y teniendo que lamentar un alto número de personas fallecidas. 
(El País)




Una situación que ponía al límite las posibilidades y recursos de las modernas técnicas de vigilancia y predicción y volvía a plantear una vez más el interrogante de si los avisos llegan en tiempo y forma a todos los potenciales afectados. 

Pocas jornadas después, el día 13, y tras muchas indefiniciones, vueltas y revueltas que mantuvieron en vilo a profesionales y aficionados, el huracán Leslie llegó a la Península Ibérica. 



Según el Centro Nacional de Huracanes se había convertido ya desde unas horas antes en un ciclón subtropical pero humildemente mantuve mis dudas en esta entrada sobre si no llegó a tocar tierra todavía como huracán clase I. 

Y siguieron más episodios de intensas lluvias mediterráneas que dieron registros realmente impresionantes tales como los 159 mm en una hora en Vinaroz el 19 de octubre, o los 289 mm en seis horas en Alpandeire. 


Una reiteración de episodios en los que jugó un papel preponderante un flujo muy persistente de aire mediterráneo muy cálido y húmedo, y que abrió de nuevo el debate sobre su mayor o menor relación con el calentamiento global y la necesidad de revisar o replantear medios y técnicas de vigilancia y aviso. A ello me referí en esta entrada del blog y también lo expresó AEMET en una nota que emitió en relación con estas situaciones.  Una cuestión que, de nuevo, volvió a surgir en la jornada que la Agencia celebró en Valencia el pasado once de diciembre sobre situaciones adversas mediterráneas y cambio climático. 

Pero las sorpresas de octubre no acabaron con las lluvias torrenciales. En un nuevo giro argumental, el mes se despidió con una marcada entrada fría y nevadas en cotas relativamente bajas que en algunas zonas sorprendieron por su gran adelanto. 

Por tanto, y tal como dijo la portavoz de AEMET al presentar el resumen del año en la pasada rueda de prensa, un año para recordar en lo meteorológico. Pero también fue para recordar en lo meteorológico el año 2017, tal como apuntaba en esta reciente entrada. Y si seguimos mirando más atrás, a lo largo de estos años tan cálidos del principios del siglo XXI, surgen más y más "recuerdos". Situaciones que en muchos casos han estado relacionadas con esa, al menos aparente, mayor "meandrización" del chorro polar provocada según muchos científicos por el marcado aumento de temperaturas en la zona ártica debido al calentamiento global.

Veremos si 2019 es también un año para recordar. Su comienzo ya apunta maneras con un calentamiento súbito estratosférico inmediato y la aparición de un nuevo episodio de  "El Niño". Pero de momento y  mientras se manifiesta todo ello, mis mejores deseos en estas fiestas y nuevo año para amigos y seguidores del blog. 






17 de diciembre de 2018

¿Qué relación pudieron tener algunos fenómenos adversos de 2017 con el cambio climático?

Por séptimo año consecutivo la American Meteorological Society ha publicado su informe titulado "Explaining Extreme Events in 2017 from a Climate Perspective". En él se recogen 17 estudios sobre situaciones de tiempo adverso en todo el planeta, y mediante el uso de las modernas técnicas de atribución se establece su mayor, menor o nula relación -expresada en general de forma probabilista- con el cambio climático de origen antropogénico. A este respecto es interesante recordar que de los 146 estudios presentados a lo largo de las siete ediciones realizadas de este informe, en el setenta por ciento de ellos se encontró una marcada relación del suceso en cuestión con el cambio climático mientras que en el treinta por ciento no se encontró ninguna relación y deberían ser atribuidos por tanto a la variabilidad natural.




Algunos de los resultados más interesantes del informe son los siguientes:

En relación con la ola de calor del 2017 en el área euromediterránea cabe señalar que la ocurrencia de un episodio al menos tan cálido como éste es ahora tres veces más probable que en 1950.

Las temperaturas récord registradas en el mar de Tasmania en 2017 y 2018 hubieran sido virtualmente imposibles sin el cambio climático.

Las temperaturas extremadamente cálidas del mar junto a las costas africanas doblaron la probabilidad de ocurrencia de la sequía de África oriental que tuvo un gran impacto en la población de Somalia. El estudio correspondiente afirma que esas extremas temperaturas del océano no podrían haber ocurrido en la era preindustrial.

El récord de mínima extensión del hielo ártico debido al cambio influyó en el marcado déficit de precipitaciones en diciembre de 2016 en gran parte de Europa occidental 

En el informe existen muchas más informaciones interesantes sobre la evolución climática de 2017 y vale la pena descargarlo a través de este enlace u obtener al menos un resumen a través de este otro. 

Llegados a este punto quiero recordar que 2017 fue un año pródigo en fenómenos adversos en España. En esta entrada del blog hice referencia a la mayor parte de ellos. Cabe recordar por ejemplo:

El fuerte temporal de nieve en la Comunidad Valenciana y zonas del bajo Aragón en enero, con graves problemas originados en el tráfico ferroviario y automovilístico y que destacó, entre otros aspectos, por su gran actividad convectiva, muy rara en ese mes. 

La fortísima ola de calor de junio -no sólo en España sino también en buena parte de Europa- que batió muchos récords. 

Las temperaturas máximas de julio, de modo que Córdoba alcanzó la máxima absoluta nacional con 46,9ºC el día 13 de ese mes. 

Un nuevo episodio de altas temperaturas a primeros de agosto que afectó al área mediterránea con la aparición de algunos fenómenos locales que intensificaron más si cabe el efecto de la propia entrada cálida. Fue muy destacable en esta situación la gran extensión meridional de la estrecha vaguada en cuya zona delantera se produjo la advección cálida. 

Y, para finalizar, en octubre nos sorprendió la trayectoria del huracán "Ophelia" pero sobre todo su mantenimiento como tal huracán hasta latitudes muy elevadas así como su posible relación, más o menos directa, con los fortísimos incendios forestales que se registraron coincidiendo con su paso -aunque a cierta distancia- en Portugal y Galicia.

 Qué interesante sería que se llevaran a cabo estudios de atribución para éstas u otras de las situaciones meteorológicas adversas que afecten a España. Soy consciente de que hay dificultades: a las crónicas escaseces de recursos humanos y económicos para la investigación se une una cierta prevención por parte de algunos científicos en relación con los estudios de atribución, sobre todo por lo que se refiere a las precipitaciones. Además es verdad que esos estudios no permiten afirmar de forma categórica -aunque en algunas de las conclusiones a las que me he referido más arriba parece que sí- que un fenómeno concreto no habría sucedido si no existiera el calentamiento global. Sin embargo sí es posible expresar la mayor o menor probabilidad de que un fenómeno pueda tener relación directa. Pues perfecto, si esa es la mayor verdad científica que puede establecerse en una naturaleza tan compleja, es una riqueza y una oportunidad que no podemos dejar de lado. Avancemos  y conozcamos mejor nuestro clima y su evolución.

13 de diciembre de 2018

Pues sí, fue un calentamiento súbito estratosférico

A finales de febrero de 2018 publicaba en este blog una entrada titulada "¡Al fin!" en la que comentaba cómo se empezaba a producir un cambio sustancial en la circulación atmosférica que podría significar el comienzo de un amplio periodo de precipitaciones sobre España tras la gravísima sequía que veníamos padeciendo, la más importante desde la década de los setenta. 

Ese cambio sustancial de la circulación no sólo afectó a España sino a otros muchos países del suroeste de Europa con distintos fenómenos adversos. En aquellos días se especuló mucho con que tal cambio podría estar ligado a un calentamiento súbito estratosférico, pero hacían falta estudios en profundidad para poder atestiguarlo. Pues bien, ahora acaba de publicarse un la revista Geophysical Research Letters un interesantísimo artículo titulado "Stratospheric Connection to the Abrupt End of the 2016/2017 Iberian Drought" firmado como primera autora por Blanca Ayarzagüena del Departamento de Física de la Tierra y Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid junto con otros colegas del mismo Departamento, en el que se demuestra la clara relación entre ese cambio de régimen de la circulación troposférica y el calentamiento súbito estratosférico que alcanzó su máximo el 12 de febrero de este año. 



No me cabe sino felicitar a los autores por un trabajo tan interesante y útil y realizado y publicado en un plazo tan corto de tiempo. Esperemos que este tipo de estudios, tan cercanos en el espacio y en el tiempo, sean cada vez más frecuentes y tan relacionados con un tema tan crítico para nosotros como son los periodos secos y húmedos y las claves de su alternancia en España.

Y ahora esperemos aún con más interés cómo se desarrolla y qué implica el calentamiento súbito que parece estar fraguándose.

Algunas apuntes y reflexiones tras la reunión sobre fenómenos meteorológicos adversos y cambio climático

El pasado martes, 11 de diciembre, tuve ocasión de participar por amable invitación de AEMET en la jornada organizada por la Agencia en la Universidad de Valencia sobre fenómenos meteorológicos adversos en el Mediterráneo y cambio climático. Tras la apertura por parte de las autoridades, la jornada constó de una  conferencia magistral de Agustí Jansà seguida por dos mesas redondas integradas por reconocidos expertos en el tiempo y clima mediterráneo desde distintos enfoques  y finalizó con un coloquio general que tuve el honor de moderar. Coloquio que, por causas del todo ajenas a la organización, vio su duración reducida a la mitad del tiempo previsto y con la ausencia ya de algunos participantes. En cualquier caso, la asistencia fue muy numerosa con representantes tanto del mundo universitario, del meteorológico y climático, de la protección civil y de la comunicación. 

Imagen del coloquio en Valencia (fuente METEORED)

No es mi intención comentar todo lo expuesto por cada uno de los ponentes -
aquí puede consultarse un interesante resumen realizado por Juan José Villena- sino más bien recordar algunos datos y planteamientos que me resultaron significativos y exponer mis opiniones sobre ellos. 

Así, por lo que respecta a la situación actual del clima mediterráneo y de la evolución que está experimentando, se constató: 

a) el aumento en la región de la temperaturas medias sobre todo en verano

b) la ampliación de los días de características veraniegas, más hacia la primavera y algo menos hacia el otoño

c) el aumento de las noches "tórridas" 

d) la dificultad de encontrar una tendencia en el régimen de las precipitaciones, si bien podría pensarse en una cierta disminución de los episodios de grandes lluvias pero con tendencia quizás a un aumento de su torrencialidad 

y e) algo que resulta muy importante a mi juicio: la aparición de episodios de precipitaciones intensas o torrenciales ya en cualquier época del año. 

En este contexto, y tanto en la intervención de apertura del Secretario de Estado de Medio Ambiente como en la de algunos ponentes, quedó claro como el proceso de vigilancia y aviso de los fenómenos atmosféricos adversos no es sólo una cuestión de carácter meteorológico sino que la meteorología es un eslabón muy importante, pero un eslabón más de una cadena en la que intervienen, además de los meteorólogos, también hidrólogos, expertos en protección civil y organización del territorio, comunicadores... y yo me atrevería a decir que también psicólogos sociales y técnicos en sistemas de comunicación.

Desde el punto de vista de la evolución en el contexto climático, se comentó que, así como no es difícil pensar en una mayor frecuencia de las olas de calor, es muy complicado encontrar una señal clara por lo que respecta al comportamiento de las precipitaciones futuras, si bien parece claro que la torrencialidad podría ir en aumento si el ascenso de  las temperaturas es, por sí mismo, capaz de generar una convección más intensa. Algo parecido se piensa sobre los medicanes: Es posible que no aumente su frecuencia pero sí la intensidad de sus fenómenos adversos asociados. 

Pues bien, en el marco de estos datos y argumentos, me parecen claras un par de reflexiones que paso a exponer. La primera es que la evolución de los distintos factores pero, sobre todo, la expansión de las precipitaciones intensas, quizás cada vez más súbitas y torrenciales, a cualquier época del año, hace necesario un replanteamiento de los planes de avisos, avisos en los que deberían incluirse también, como oportunamente apuntó el profesor Martín Vide, los de "noches tórridas" por su gran impacto social, sobre todo en personas mayores.  

Si bien me consta que AEMET está trabajando en ese sentido, creo, en la línea que exponía más arriba, que una modificación sustancial de nuestro sistema de avisos -y de comunicación al público, a todo el público-, es algo que no sólo involucra a AEMET sino a otros muchos estamentos, y que podría ser muy oportuno que desde Presidencia del Gobierno junto con los Ministerios de Interior y de Transición Ecológica, se organizara una reflexión profunda sobre ello así como el diseño de un serio plan de acción en el que intervengan todos los sectores -o eslabones- de esa cadena a los que antes me refería. De este modo se podría llegar a disponer de un sistema por el que, a través de distintos medios, pero sobre todo de los teléfonos móviles, se alcanzara al mayor número de personas, y por el que se recibieran informaciones, frecuentemente actualizadas, sobre qué se espera, cómo me puede afectar y qué recomendaciones se me hacen.

Por lo que se refiere a las incertidumbres sobre la evolución de las precipitaciones en el área mediterránea en el contexto del cambio climático y, de alguna manera también en el resto de España, sigo pensando en que, así como hay muchos trabajos científicos sobre la posible evolución del chorro polar y sus estructuras asociadas, hay muy pocos -o al menos yo no los conozco- sobre la evolución de la atmósfera tropical y subtropical en zonas cercanas a España -incluyendo por supuesto el área mediterránea y, por tanto, sobre sus posibles precipitaciones asociadas. Creo que con el apoyo económico institucional que fuera necesario, y quizás con AEMET como núcleo coordinador y "animador", ese tipo de estudios deberían potenciarse, así como los de atribución de fenómenos adversos sucedidos o que vayan sucediendo, expresados siempre, -como no puede ser de otra manera- desde un planteamiento probabilista y adecuadamente expuestos al público.

En estas líneas expreso, como siempre hago, mis opiniones personales que por supuesto pueden ser erróneas o, por supuesto, muy matizables. En cualquier caso tengo la sensación de que se van extendiendo cada vez más las reflexiones de este tipo y que se va haciendo ya muy necesario que, como decía anteriormente, se organice y dinamice desde las altas esferas de la Administración una reflexión profunda, amplia e integradora sobre estas cuestiones si queremos avanzar eficazmente tanto en la protección de vidas y bienes como en la planificación de futuro en un entorno climático tan cambiante.