Cada año, cuando llega el calor,
aparece de nuevo el debate sobre el
concepto de “noche tropical” que se suele aplicar cuando la temperatura
mínima durante la noche y madrugada no baja de ¿20…22…24 grados? Aunque parece
que la definición más “oficial” es la de los 20º no parece lógico que el mismo
umbral pueda servir para cualquier zona. Personalmente, para España prefiero la
expresión “noche cálida” o “noche muy cálida” pero, en cualquier caso, sería
necesario que, al igual que se hizo cuando se estableció el plan de avisos “Meteoalerta”,
se establecieran a partir de estudios
estadísticos umbrales específicos para distintas zonas de España. De esa
forma el término se adecuaría a lo que los habitantes de cada región sienten
cuando se refieran a él.
Sin embargo, el objeto de
esta entrada no es el de participar en el debate sobre la “noche tropical” sino referirme a un tema más amplio, al que éste da pie, como es del lenguaje utilizado en las predicciones meteorológicas. Tanto
términos como “moderado”, “disperso” o “variable” como el propio estilo de la redacción o la estructuración de los textos de las predicciones han sido y
siguen siendo objeto de debate. Se dice
a veces que son términos nada o poco definidos, que, aun definidos no son
adecuados o que, incluso definidos y adecuados, el público no los conoce.
Por lo que se refiere a su definición no es verdad que no lo estén.
El entonces Instituto Nacional de Meteorología creó hacia la década de los 90
un grupo de trabajo para establecer un manual de los términos meteorológicos
usados en sus predicciones. Participé muy directamente en aquellos trabajos y
doy fe de las tremendas dificultades que supone realizar un trabajo de este
tipo que sea por una parte fiel a lo establecido internacionalmente, que
responda a las características españolas y que, además, sea comprensible para
el público. La publicación que resultó de ese trabajo se denominó “Manual de estilo de términos meteorológicos” y una versión del mismo está
disponible en el web de AEMET. Posteriormente, con motivo de la puesta en
marcha del citado plan “Meteoalerta”, se elaboró un documento más específico dedicado a explicar los criterios que se establecían para emitir los
avisos así como para ayudar a la comprensión de los términos utilizados. Por
tanto creo que la Agencia hizo un esfuerzo importante –no sé si suficiente- de
definición y de ayuda a la interpretación de sus predicciones y avisos.
Cuestiones distintas son si se trata de términos adecuados y si el
público los conoce. Es indudable que el
citado manual necesitaría una cuidada revisión para corregir algún punto,
adecuar algunos términos e introducir otros, sobre todo con el fin de
orientarlo hacia predicciones de carácter más probabilista. Es necesaria también una difusión mucho más
amplia de este tipo de términos y de su interpretación de cara a que se obtenga el máximo beneficio
de predicciones y avisos….pero aquí es donde juegan un papel muy importante los
medios de comunicación a los que desde
hace mucho tiempo vengo reclamando una mayor atención a la divulgación
meteorológica y climatológica.
Llegado a este punto deseo hacer
una reflexión más amplia. La predicción
y vigilancia meteorológica es un servicio público de carácter esencial. Es
fundamental por tanto aunar y coordinar esfuerzos para ofrecer a la sociedad
toda la potencia predictiva que ofrece la meteorología moderna tal como ya
he apuntado en alguna otra entrada de este blog. Y para ello la adecuada comunicación es tan importante
como la propia predicción. Pues bien, dada su importancia, y en cierto modo también su complejidad si
tenemos en cuenta la calidad y cantidad de la información a comunicar, no puede ni debe ser responsabilidad sólo
de los meteorólogos el diseñarla y estructurarla sino que es necesaria también la
participación de otros expertos.
Esta reflexión la hicimos hace un
par de años en AEMET y nos llevó a organizar un curso de verano en la Universidad Complutense en el que, bajo el
título “Meteorología, Comunicación y Servicio Público”, se trataba de promover un encuentro y un
diálogo entre meteorólogos, sociólogos y comunicadores que permitiera establecer
las bases para lograr la mejor y más eficaz comunicación de avisos y predicciones
en distintos ámbitos y medios. Pues bien, cuando el curso estaba
perfectamente organizado y listo para su desarrollo hubo de ser suspendido
porque sólo se habían inscrito dos personas en el mismo. ¿Poca publicidad?,
¿falta de interés? ¿crisis? ¿excesiva duración?... Probablemente de todo
un poco.
En cualquier caso ahí queda la
propuesta por si, bien AEMET o alguna
otra institución, se siente motivada a desarrollar un proyecto de este tipo
que, además de aclarar la “noche tropical” o la “nubosidad variable”,
optimizaría –y esa sería su gran aportación- un servicio público de
extraordinaria importancia y justificaría aún más las importantes inversiones que se hacen internacionalmente en las
infraestructuras meteorológicas tanto terrestres como satelitales de todo punto
necesarias para prestarlo.