22 de abril de 2022

Cambio Climático: un viento a vigilar

Coincidiendo con la celebración del Día de la Tierra, el Servicio de Cambio Climático de “Copérnicus”, (el Programa de la Observación de la Tierra de la Unión Europea)  ha publicado hoy el denominado “Estado del Clima en Europa 2021” en el que se detalla la evolución del clima durante el pasado año en nuestro continente con una especial atención también a la zona ártica.


El informe, muy interesante tanto en su fondo como en su forma y cuya lectura recomiendo vivamente, se ocupa de la evolución de los distintos factores atmosféricos y medioambientales durante el pasado año y entre otros muchos datos relevantes sigue constatando el incremento de la temperatura media en nuestro continente. Si bien durante el pasado año este incremento ha sido algo menos acusado que en años anteriores no ha evitado la aparición de fuertes olas de calor veraniegas y la de incendios de gran magnitud. De hecho el verano de 2021 ha sido el más cálido registrado en Europa.

En cualquier caso lo que me ha llamado mucho la atención es la constatación de la muy significativa disminución de la velocidad del viento respecto a sus valores medios en amplias zonas del noroeste y del centro de Europa, con el correspondiente impacto sobre la generación de la energía eólica. 

Página del sumario del documento en la que se expone el comportamiento del viento y sus consecuencias

Esta constatación coincide con la preocupación que he expresado varias veces en este blog sobre cómo puede ser la evolución del viento en las distintas zonas de España en los próximos decenios tanto en dirección, velocidad o regularidad. Es algo relacionado muy directamente con el comportamiento del chorro o chorros extratropicales, tanto en su ubicación geográfica media como en su mayor o menor estructura ondulatoria, algo sobre lo que todavía existen bastantes dudas. Esta cuestión es algo que puede condicionar en gran manera la planificación y operación del aprovechamiento de la energía eólica por la que en España se ha apostado -lógicamente- con toda claridad. 

A este respecto me he referido también con frecuencia al interés de que en España se consolidara una eficaz y fuerte grupo de trabajo, una especie de “task force” entre distintas instituciones de investigación que, con todo el soporte del Gobierno a través de los Ministerios de Ciencia e Innovación y de Transición Ecológica, profundizara y particularizara para España las investigaciones que se desarrollan a nivel mundial sobre la evolución de las distintas variables ligadas al cambio climático, y muy en especial de las precipitación y del viento, de importancia fundamental para nuestro desarrollo. Creo sinceramente que ya tardamos en robustecer, coordinar y priorizar la investigación española en estos aspectos.