15 de junio de 2022

Olas que vienen

Miércoles 15 de junio. Es el día en que, en un principio, parecía que podría finalizar este episodio de ola de calor, aunque después los modelos de predicción lo han ido retrasando hasta el sábado o domingo, al menos en la vertiente atlántica. 

Este tipo de situaciones suele acabar cuando una vaguada del chorro polar, que circula mucho más al norte, llega a establecer una conexión con la dana, que normalmente se suele estacionar en estas situaciones al oeste de la Península, de modo que ésta se desplaza hacia el este, como  también lo hace la dorsal cálida situada sobre España. Ello da lugar a la entrada de aire marítimo mucho más fresco, si bien con la posibilidad de que en ese proceso puedan producirse fuertes tormentas en algunas zonas. Pero, por otra parte, esa evolución da lugar también a vientos terrales en el área mediterránea originando un reforzamiento en esas zonas de la ola de calor hasta que esa entrada del viento del oeste se corte o al menos se debilite mucho. Este es el proceso que, en principio iba a tener lugar hoy y que parece retrasarse hasta el próximo sábado o domingo.

La imagen del canal de absorción de vapor de agua de esta mañana muestra a la dana situada al W/SW de la Península Ibérica provocando la llegada de flujo de componente sur con arrastre de polvo africano. Por otra parte, una pequeña vaguada en el seno de ese flujo causa nubosidad media y alta y algunos desarrollos convectivos en general con poca precipitación pero con peligrosa actividad eléctrica. Al noroeste de la Península aparece una banda nubosa asociada a una vaguada del chorro polar que en las predicciones de varios días se asociaba con un desplazamiento de la dana hacia el este. Es algo que al final no va a suceder pero sí logrará una reorientación de su eje y un ligero acercamiento lo que podría a dar lugar mañana a algunos chubascos y unas temperaturas máximas ligerísimamente más bajas en algunas zonas. Finalmente será otra vaguada -que ahora se desarrolla hacia Canadá y Groenlandia- la que provocará el desplazamiento hacia el este del sistema dana/dorsal y permitirá la entrada de aire marítimo sobre la vertiente atlántica a lo largo del fin de semana. 

Imagen simulada por el modelo determinista del Centro Europeo del canal de absorción de vapor de agua para el mediodía del próximo sábado. Se ve la interacción de la vaguada atlántica con la dana que inicia ya su traslación hacia el este. Normalmente en una evolución de este tipo, acabaría entrando ya flujo del W/NW sobre la Península pero la casi simultánea aparición de otra pequeña dana hace esta evolución bastante compleja de modo que, probablemente, se mantendrá el flujo del SW sobre la Península durante algunos días más.

No cabe ninguna duda que esta situación que nos afecta va a cumplir con creces los requisitos para ser considerada una ola de calor. El debate no es ahora por tanto si lo va a ser, sino hasta qué punto está ligada al cambio climático, lo que debería confirmarse mediante un estudio de atribución. Dando por hecho la utilidad que ello tendría -y más ahora en que se están poniendo a punto técnicas para llevar a cabo esos estudios prácticamente en tiempo real-, lo que obtendríamos sería la probabilidad de que su ocurrencia haya sido mucho mayor en el contexto de ese cambio, o bien que esa probabilidad sea muy baja. En cualquier caso en la mayor parte de los estudios de atribución llevados a cabo en relación con estas situaciones de olas de calor en distintas partes del mundo aparece con bastante claridad esa relación con el cambio climático. Además, si damos por buena la hipótesis -todavía debatida, es verdad- de que el calentamiento acelerado de la zona polar da lugar a un chorro más ondulado y más propenso al establecimiento de situaciones meridianas con la profundización del aire tropical hacia latitudes más septentrionales, es lógico que se hagan más frecuentes y de mayor duración que en las situaciones de carácter más o menos zonal.

Un chorro polar -o extratropical- con tendencia a ondularse más, es propicio a crear más circulaciones  meridianas y, en su caso, más danas. Dado que estas situaciones tienen una evolución más lenta que las zonales, sus consecuencias pueden durar más tiempo. Por lo que se refiere a su impacto sobre las olas de calor, éstas podrían ser más frecuentes (más ondulaciones marcadas del chorro), más intensas (mayor penetración hacia latitudes septentrionales del aire tropical) y más persistentes. Aunque algunas de estas cuestiones están aún bajo investigación, la secuencia de las situaciones de los últimos 15 o 20 años apuntan en este sentido. 
 
Por tanto, más allá de si una ola de calor concreta tiene mayor o menor relación con el cambio climático, lo que sí parece ya claro es que su frecuencia -y quizás su intensidad- van en aumento, tal como muestran los estudios climáticos y adelantaban hace años las proyecciones a largo plazo. Creo por tanto que el reconocimiento y la divulgación de este hecho, -que las olas de calor van a ser más frecuentes y, quizás más intensas- no va en contra sino todo lo contrario del rigor científico (vease a este repecto este interesante documento publicado por la organización World Weather Attribution) que es algo que la ciencia le debe a la población y a los gobiernos. Unos gobiernos que deben sentirse presionados por la sociedad para adoptar las medidas de adecuación y mitigación necesarias. Es algo urgente y no es posible -ni creo que necesario- esperar a más confirmaciones que, además, siempre tendrán carácter probabilista. Siempre puede argumentarse que la tendencia pueda romperse o invertirse por algún fenómeno poco conocido o estudiado pero si hacemos caso a la inmensa mayor parte de la comunidad científica no parece probable que ello ocurra.

Con frecuencia hago referencia en este blog a la necesidad de que en España se estructure y consolide un ambicioso proyecto de investigación a nivel estatal para ir conociendo más en profundidad las consecuencias del cambio climático en nuestro entorno geográfico. Más allá -o además-  del aumento de las olas de calor, es vital ir conociendo cómo puede ser la evolución de las precipitaciones, a partir de qué circulaciones atmosféricas las podemos recibir, cuál sería su distribución geográfica, cuál podría ser su sinergia con el aumento de las olas de calor y tantas otras cuestiones relacionadas. Y otro tanto cabe decir de la evolución del viento, esa energía renovable por la que tan fuerte -y con razón- estamos apostando…pero ¿dónde, cuándo y cómo va a soplar ese viento en los años por venir?

Y una nota final. Estamos a mediados de junio y los embalses están al 48 por ciento de su capacidad. Veinte puntos por debajo de la media nacional de los últimos diez años y diez por debajo de los valores del año pasado por estas fechas. ¿A qué se está esperando?

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