La insólita situación de continuados e intensos temporales atlánticos que hemos vivido desde mediados de diciembre hasta ahora, parece que va llegando a su fin a medida que la configuración del chorro polar va haciéndose más ondulada. Es una situación que por su singularidad e importancia va a dar lugar a múltiples estudios científicos. Incluso, en un alarde de rapidez y eficacia, ya ha aparecido uno de ellos de gran calidad, publicado por el Meteorological Office británico y al que me referí en la anterior entrada del blog.
En relación con esta situación tuve hace unos pocos días una interesante charla con Ricardo García Herrera, del Departamento de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Complutense. Entre los distintos temas que tocamos hay uno muy significativo en relación con el uso de los índices de teleconexión y que se suscita al estudiar este periodo. Lo resumo a continuación.
Según el glosario de la American Meteorological Society (AMS), se entiende por teleconexión la relación entre los cambios de tiempo que ocurren en regiones separadas del globo, o bien una correlación significativa (positiva o negativa) en las fluctuaciones que tienen lugar en puntos muy distantes de un campo. En general, se suele aplicar a escalas mensuales o superiores y su nombre alude al hecho de que las correlaciones sugieren que la información se propaga entre puntos distantes a través de la atmósfera. En los últimos treinta años el uso de los índices de teleconexión se ha generalizado en estudios de variabilidad climática, tanto del periodo observacional como es escenarios de cambio climático. Desde la perspectiva paleoclimática también se han dedicado muchos esfuerzos a reconstruir el comportamiento de estos índices mediante proxies. (datos no climáticos pero muy relacionados con ellos y que sirven para estudiar el clima mas allá del periodo instrumental)
La influencia de las teleconexiones en el clima peninsular está muy documentada a través de numerosos estudios. El patrón que más influye es la Oscilación del Atlántico Norte (NAO en sus siglas en inglés), seguida por los patrones del Atlántico Oriental (EA) y Escandinavo (SCAN). La variable más correlacionada con los mismos es la precipitación invernal, de tal manera que, por ejemplo, en el caso de la NAO, la precipitación de la fachada oeste peninsular presenta una correlación negativa con máximo en Extremadura y que va disminuyendo a medida que nos desplazamos hacia el norte. Esto indica que, en general, los inviernos muy lluviosos en esta zona están asociados a valores de NAO negativos. Sin embargo, este año resulta una excepción, tal y como puede verse en la figura obtenida del Climate Prediction Center de NOAA. Desde principios de noviembre la NAO se encuentra en una fase positiva o neutral. Sin embargo nos encontramos en un invierno muy húmedo en la vertiente Atlántica al menos desde mediados de diciembre hasta la fecha.
Evolución índice NAO (CDC/NOAA) |
La razón de esta discrepancia se puede ver en la siguiente figura, donde se representa la anomalía de presión en superficie del 20 de diciembre al 9 de febrero. Se puede comprobar que no se detecta el habitual dipolo entre Islandia y las Azores, característico de la NAO negativa.
En su lugar nos encontramos con una anomalía fuertemente negativa en el Atlántico frente a las costas de Irlanda, asociada a las trayectorias de las borrascas que han afectado sobre todo a Gran Bretaña y han dado lugar a las precipitaciones peninsulares. Del mapa de porcentaje de precipitación acumulada respecto a la normal de AEMET se observa que la relación NAO-precipitación es mas o menos la esperada en el sur de Extremadura y Huelva, donde las precipitaciones están en el entorno del 50-75%, mientras que en el resto de la vertiente Atlántica, y sobre todo en la Meseta, la precipitación es mucho mayor que lo que cabría esperar con los valores de NAO registrados.
A la vista de ello, cabe pensar que, si bien las teleconexiones son una buena herramienta para explicar la variabilidad climática, conviene usarlas con cautela. Es una obviedad, pero muchas veces se olvida, que explican un porcentaje de la variabilidad, pero nunca lo pueden explicar todo. Esta situación así nos lo demuestra y nos invita a contemplarlas siempre en un contexto mas global de la circulación atmosférica.