En
la entrada anterior de este blog comentaba que, así como hay cuestiones del cambio
climático sobre las que ya existe un amplio consenso, existen otras en las que
las incertidumbres son todavía significativas y requieren una mayor
investigación. Uno de ellas es el papel
jugado por los aerosoles atmosféricos, tanto por sí mismos como por su
interacción con las nubes.
Se
denominan aerosoles a distintas familias de partículas sólidas o líquidas
presentes siempre en la atmósfera aunque en proporciones variables. Algunas de
las más importantes son los sulfatos, el
carbón, la sal marina o el polvo. Unas
absorben radiación solar mientras que otras la reflejan hacia el espacio o
hacia la propia atmósfera. Por otra parte pueden ayudar a la formación o
crecimiento de las nubes mediante su aporte de núcleos de condensación y también
interaccionar con las gotitas de agua de la nube y formar nuevos compuestos
químicos. En cualquier caso -y aún con muchas incertidumbres- tradicionalmente se ha estimado que su
efecto neto es el de un cierto enfriamiento atmosférico que podría rebajar algo
el calentamiento inducido por los gases de efecto invernadero, aunque sin
saber exactamente en qué medida. Por esta razón la investigación detallada de la contribución de los aerosoles al
cambio climático ha gozado siempre de gran prioridad en el mundo científico
y se ha considerado como una de las mayores fuentes de incertidumbre. Sin
embargo esta investigación se ha visto
dificultada por algunos escollos importantes.
Un primer
problema es conocer con detalle tanto las cantidades de aerosoles que están
presentes en la atmósfera como su redistribución continuada a consecuencia de los
movimientos atmosféricos. En estas cuestiones se ha avanzado bastante en los últimos años
mediante el uso intensivo de satélites de observación ambiental y redes especiales de observatorios
terrestres. Un segundo problema es el
conocimiento detallado y cuantitativo de las complejas interacciones entre
estas sustancias y con las gotas de nube para formar incluso otros compuestos
con propiedades diferentes.
Estas
dificultades impedían la introducción de los aerosoles y la simulación de su
comportamiento en los complejos modelos físico-matemáticos utilizados en la
predicción de tiempo y clima y por tanto había que introducir su efecto de
forma indirecta y aproximada. Sin embargo, los importantes avances de los
últimos años en química y microfísica atmosférica han permitido ir resolviendo
buena parte de esas dificultades. De esta forma, contando además con mejores
datos de observación -a los que hacía
referencia anteriormente- y a unas
capacidades de cálculo crecientes, se
han podido poner a punto modelos de predicción de nueva generación donde ya se
introducen de forma explícita sus interacciones y se obtienen datos mucho más
precisos sobre su contribución a la evolución de las variables atmosféricas. Y
como consecuencia de ello es posible calcular de una forma mucho más directa su
efecto de calentamiento o enfriamiento a largo plazo sobre el clima terrestre.
Justamente
sobre este tema la revista Nature acaba
de publicar un interesante artículo-resumen en el que se refiere a los primeros resultados que se empiezan a
obtener a partir de la utilización de estos modelos y que recomiendo a
quienes quieran profundizar un poco más en este interesantísimo tema. Como es
lógico éstos son todavía algo dispares pero en general confirman e incluso resaltan aún más el papel de los
aerosoles en su contribución a la evolución de la temperatura de la atmósfera y,
si bien siguen confirmando la tendencia al calentamiento, existen entre ellos
algunas discrepancias significativas que se deberán ir resolviendo paulatinamente.
En
estos momentos son varios los centros de investigación que trabajan con esta
nueva familia de modelos y es de esperar
por tanto que en el próximo informe del Grupo de Trabajo I del IPCC (el
relacionado con el fundamento científico del cambio climático) previsto para septiembre del
2013 tengamos novedades a este respecto y estimaciones más concretas de la
probable evolución de temperaturas y precipitaciones en próximos decenios
teniendo ya en cuenta la acción de los aerosoles.
Creo
que el camino que se está recorriendo en este difícil tema es un ejemplo más del trabajo serio y
sistemático de investigación que se está llevando a cabo por la comunidad científica mas allá de
especulaciones movidas bien sea por falta de información o por otros intereses distintos
a los científicos.
NOTAS:
Para
aquellas personas interesadas en la vigilancia y predicción de la calidad del
aire puede resultar muy interesante la celebración de las XXXII Jornadas Científicas de la Asociación Meteorológica Española justamente bajo el título “Meteorología
y Calidad del Aire”. Se celebarán durante los días 23 al 25 de mayo en Alcobendas
(Madrid)
LaAgencia Estatal de Meteorología (AEMET) tiene en operación un modelo de transporte
químico (MOCAGE) para la predicción a corto plazo. Información sobre el mismo
puede encontrarse aquí.
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