El
próximo 1 de junio comienza la temporada oficial de huracanes en el Atlántico si bien este año un par de tormentas tropicales “Alberto” y “Beryl” se han adelantado a la fecha. De acuerdo con la últimapredicción oficial de la NOAA esta temporada podrá considerarse “casi normal”
en cuanto al número de tormentas tropicales y huracanes que pueden
producirse. Así se esperan de 9 a 15
tormentas tropicales de las que 4 a 8 se convertirán en huracanes y de éstos
entre 1 y 3 se convertirán en grandes huracanes, es decir, de categorías 3, 4 y
5. Para hacer este tipo de estimaciones los meteorólogos norteamericanos
utilizan distintos criterios y herramientas siendo uno muy importante el hecho
de que se produzca o no un episodio de “El Niño”. A esta conexión de “El Niño”
con los huracanes quiero dedicar esta entrada del blog.
Antes
que nada conviene recordar que, aunque no son los únicos, hay dos elementos
clave para la formación de una tormenta tropical y para favorecer su evolución
hacía un huracán. El primero de ellos es la temperatura del agua del mar. Para
que se desarrollen potentes nubes tormentosas capaces de liberar las grandes
cantidades de calor latente necesarias para alimentar estos fenómenos es necesario que esa
temperatura sea al menos de unos 26,5º. Pero no basta sólo con que se formen;
hace falta también que puedan desarrollarse con gran fortaleza y que se
mantengan con el paso del tiempo para que la energía liberada sea cada vez
mayor. Es preciso por tanto que no exista un mecanismos que pueda “cortar la
cabeza” a esas nubes. Ese mecanismo existe en la atmósfera y se llama
cizalladura vertical del viento, es decir, que la velocidad y/o la dirección
del viento varíe con la altura. Por tanto, para que se forme un huracán, no
debe existir esa cizalladura o debe
ser muy poco importante.
Y
aquí es donde interviene “El Niño”. “El Niño” es un fenómeno climático de gran
escala en el que interviene tanto la atmósfera como el océano, que se
caracteriza fundamentalmente por un calentamiento del agua de la superficie marina
en amplias zonas del Pacífico. Este calentamiento altera el patrón de las
lluvias tropicales desde Indonesia a la costa occidental de América del Sur,
algo que a su vez va unido a cambios sustanciales en la circulación atmosférica
en muchas zonas del planeta. Pues bien, uno de estos cambios es el aumento del
viento del oeste en niveles altos en el área atlántica de formación de
huracanes. Por tanto ahí aparece ese mecanismo de cizalladura
que incide tan negativamente en su formación y mantenimiento. En el caso de que ocurriera el fenómeno
contrario, el denominado “La Niña”, lo que se produce en el Atlántico es el fenómeno
contrario: casi no existe cizalladura vertical del viento y los huracanes se
ven favorecidos.
Pues
bien, como este año se prevé que para el periodo agosto-octubre, que es el más crítico para la formación de huracanes, pudiera existir un episodio de “El Niño” o al menos condiciones
“neutrales”, los meteorólogos prevén una temporada “casi normal” ya que, aún
con la presencia de otros factores favorables, la presencia de la cizalladura
los equilibraría o disminuiría en gran medida.
Se
han planteado muchas hipótesis para explicar la puesta en marcha de fenómenos
tan complejos y de tanta trascendencia para el clima global como el de “El
Niño” y su opuesto, “La Niña”. Ninguna es del todo convincente y probablemente
resulten de la combinación de varios procesos ocurriendo simultáneamente. Uno de los más importantes sería un “desbordamiento”
del agua oceánica cálida del Pacífico central hacia el Pacífico meridional
unido a un debilitamiento de los vientos del este. Otro del que se habla con
cierta frecuencia es el efecto de las erupciones volcánicas en los trópicos de
modo que mediante un mecanismo complejo se podría doblar la probabilidad de
ocurrencia de un fenómeno “El Niño” en los meses siguientes a la erupción.
Incluso hace muy poco tiempo se ha llegado a sugerir algo tan curioso y en
principio tan heterodoxo como que las erupciones submarinas podrían ser la
causa del calentamiento de las aguas que caracteriza a “El Niño”.
En
cualquier caso lo que si queda cada vez más claro es la profunda y compleja interrelación
que existe entre todos los procesos físicos de este planeta de modo que la variación
en cualquiera de ellos tiene necesariamente una repercusión mayor o menor en
todos los demás. Incluso -como ya nos dijo Lorentz- hasta el vuelo de una paloma. O de una mariposa.
Parece un gran TODO conformado por mases y menos....qué bonito
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