En un muy reciente artículo publicado en la revista Environmental Reseach Letters por dos científicos de las universidades de Princeton y de Oxford, se muestra el creciente desinterés de la población mundial desde el año 2007 por la cuestión del cambio climático de origen antropogénico, justo en unos años en que, paradójicamente, aumenta la preocupación de los científicos por lo que parece una confirmación cada vez mayor de su realidad y de sus efectos ya visibles sobre todo en las dos zonas polares. El estudio en cuestión ha sido llevado a cabo de una forma más novedosa -y desde luego más universal- que las tradicionales encuestas ya que se han utilizado las potentes herramientas disponibles del popular buscador Google para conocer la evolución de las consultas sobre los términos calentamiento global y cambio climático.
Más allá de las críticas que se puedan hacer a esta metodología, que seguro que las hay, emergen de los gráficos algunas conclusiones muy interesantes, aparte, claro está, de la más importante de todas que es la de la tremenda disminución en el número de búsquedas, lo que demostraría la citada pérdida de interés. Una de ellas es la preferencia por el concepto calentamiento global en vez del de cambio climático, algo que personalmente comparto. Otra es la relacionada con los "picos" que se observan dentro de la tendencia general de descenso y que los autores identifican con la ocurrencia de escándalos como el climategate o de fenómenos atmosféricos excepcionales con la consecuente o inevitable discusión sobre si están o no relacionados con el calentamiento.
En cualquier caso, el dato realmente destacable es el espectacular pico del año 2007 que los autores relacionan sin dudar con la publicación del IV Informe del IPCC y con la campaña mundial de Al Gore con su documental Una verdad incómoda. Esta constatación me refuerza aún más en un argumento que ya he expuesto varias veces en este blog y es el de la ausencia de una narración coherente sobre todo el proceso del calentamiento. Un principio básico de la comunicación es que el público necesita, para fijar su atención y su interés, que le cuenten historias y si es posible con planteamiento, nudo y desenlace. Con todas las críticas que se le puedan hacer al documental de Al Gore, muchas de las cuales comparto, es evidente que allí había una historia y el público se interesó. Por supuesto estaba acompañada de una gran campaña mediática y de una cierta morbosidad, pero la realidad es que todo el mundo prestó atención. Desde entonces no ha habido ninguna otra historia y lo que al público como mucho le ha llegado son informaciones contradictorias sobre la situación de la Antártida, discusiones incompletas sobre el papel del calentamiento en los últimos sucesos meteorológicos extremos, la constatación de que ha habido una pausa en el calentamiento pero sin embargo se siguen registrando meses que baten récords, un Obama alarmado que llama en su auxilio incluso a los comunicadores meteorológicos mientras otros mandatarios no muestran ninguna señal de alarma por el problema....Y todo ello en el marco del eterno y poco orientado debate entre negacionistas y no negacionistas. En esta situación ¿cómo no va a perder interés el público?
Para conseguir ganarlo hacen falta historias claras y de sencilla comprensión y desde luego los informes del IPCC, aunque de gran relevancia científica, no lo son. Como tampoco son narraciones coherentes las informaciones dispersas que aparecen un día sí y otro también en los medios de comunicación generalistas. Por tanto, alguien, alguna institución de prestigio, debe encargarse de contar esa historia de una forma sincera y transparente, dejando claro lo que es más seguro y lo que menos; lo que van descubriendo las distintas investigaciones en marcha; lo que ellas constatan y las incógnitas que abren y por supuesto los argumentos de los negacionistas, siempre que estén encuadrados en el mismo ambiente de transparencia y de objetividad científica. Y esa narración debería ser actualizada una o dos veces al año manteniendo su hilación y continuidad. Quizás esa narración no pueda ofrecer al público las seguridades que le gustaría tener pero, además de irle dando información cada vez más precisa, podría ofrecerle también la satisfacción de conocer como se gasta su dinero, cómo trabajan los científicos, conocer y comprender mejor el gran reto de la aventura científica y hacerle más cercana la belleza que encierra el descubrir de forma coherente como funciona nuestra casa común.
Indudablemente, y como también he apuntado en otras ocasiones, se trata de una empresa multidisciplinar que debería desarrollar un equipo integrado por científicos, psicólogos sociales y comunicadores. Si no es así se tiene el riesgo de producir de nuevo documentos tipo IPCC, o bien narraciones sin fundamento, lo que no supondría ningún avance en la consecución del objetivo de ganar atención e interés
Habrá quien argumente -y en parte estoy de acuerdo- que, ni de esta forma se conseguirá interesar al público en una cuestión que va mucho más allá de su entorno local y de la que sólo se preocupará cuando ese específico entorno se vea afectado directamente. Y se dirá, además, que es difícil que se interese por una historia que, para la escala de una vida humana, transcurre muy lentamente y cuyo desenlace es bastante desconocido aunque se conozca con bastante probabilidad su escenario básico. Y, como corolario, ¿si no hay presión social, actuarían los gobiernos?
Son argumentos válidos pero solamente significan que los resultados serán algo menores que lo que cabría esperar; sin embargo, las ventajas y los retornos de los que antes hablaba siguen estando ahí. Pero, además, en este planteamiento emerge una conclusión: hay que llevar el mensaje de forma muy preferente a aquellas personas que van a tener mas tiempo para vivir lo que en él se cuenta y de sentir su evolución, es decir, a los niños y a los jóvenes .Ellos gozan además de unas condiciones ideales para ir captando la profundidad y la importancia de la cuestión y de como puede afectarlos en sus propias vidas. Y hacerlo también con claridad, sin oscurantismos, con humildad, exponiendo argumentos de unos y otros...avances y retrocesos....pero contando bien la historia. Por tanto al grupo interdisciplinar a que antes me refería deberían incorporarse necesariamente los pedagogos.
Centrándonos en el caso de España...¿es ésta una idea compartida y parece en principio útil? ¿Aparece explícitamente la comunicación del calentamiento y sus consecuencias en los programas de cursos de verano, simposios y congresos? ¿O no estamos convencidos todavía de su interés y viabilidad?
Y finalizo con la pregunta con que titulaba hace ya más de un año otra entrada de este blog sobre esta misma cuestión: ¿Quien debería hacerlo?
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