9 de enero de 2019

De nuevo...¿Ola sí....ola no?



Una vez más, ante la entrada de un flujo de aire bastante frío -cosa normal en invierno y esperemos que lo siga siendo-, surge la polémica, ya tan antigua, de si se trata o no de una ola de frío. Por si ayuda a clarificar algo, expongo a continuación algunas cuestiones que ya traté con más profundidad en mi libro "Meses y tiempos".

El concepto de ola de frío no está definido oficialmente de forma global. Esa definición debería corresponder a la Organización Meteorológica Mundial. Quizás no lo ha hecho por las dificultades de concretarla de modo que sea válida para todas las zonas del planeta. Su ausencia ha dado lugar a la aparición de diversas definiciones, girando todas alrededor de un enunciado como éste: “La ola de frío es una situación atmosférica que produce temperaturas extremadamente bajas en relación con la media de la época provocada por la invasión de una masa de aire frío.”



Mapa de temperaturas previstas en superficie para el próximo viernes (fuente: AEMET)


El convencimiento de que, al menos desde el punto de vista de la comunicación, era necesaria una definición, llevó a que un compañero de AEMET, César Rodríguez Ballesteros, publicara un artículo en el Calendario Meteorológico del 2012 estableciendo unos criterios cuantitativos para determinar si un episodio concreto de temperaturas frías puede considerarse “ola de frío”. Indudablemente, el establecimiento de un umbral es siempre subjetivo, pero en este caso los propuestos en este trabajo siempre me parecieron muy adecuados y ajustados. Así, se consideraría ola de frío “un episodio de al menos tres días consecutivos en el que como mínimo, el 10 por ciento de las estaciones consideradas registran mínimas por debajo del percentil del 5 por ciento de su serie de temperaturas mínimas diarias de los meses de enero y febrero del periodo 1971-2000”. Esta definición fue posteriormente adoptada por AEMET y utilizada como definición de una ola.

Como puede verse, en ella se acota claramente los valores de las diversas variables que se deben tener en cuenta en la determinación de una “ola”. Así, el periodo de tiempo debe ser al menos de tres días, eliminando de esta forma bajadas bruscas pero transitorias de las temperaturas que están ligadas a otro tipo de fenómenos más pasajeros. La zona afectada puede ser no muy grande, pero en cualquier caso hay que excluir fenómenos locales. Por eso, en el  caso de España que cuenta con, aproximadamente, unas 130 estaciones sinópticas de observación, el número mínimo de ellas donde deben observarse las mínimas establecidas deberían ser al menos 13. Por lo que respecta al umbral que debe igualar o traspasar una temperatura para ser tenida en cuenta, éste queda fijado en el valor que delimita el 5 por ciento de los valores más bajos para ese sitio, es decir, unas temperaturas observadas muy pocas veces en él. Por otra parte, en el proceso de cálculo, se determina para cada estación la temperatura más baja de la “ola” y su anomalía correspondiente respecto al periodo de referencia 1971-2000; ambos datos nos dan una idea bastante ajustada de  su magnitud o intensidad.

Dada que para que una situación se considere ola de frío debería tener una duración mínima de tres días, no puede contemplarse como tal en los planes de fenómenos adversos ya que éstos sólo abarcan un horizonte de predicción de unas 60 horas. Por tanto, para estas situaciones como para las de olas de calor, la alternativa es la emisión de notas informativas de amplia difusión -tal como las que actualmente viene emitiendo AEMET- en el que se dan detalles sobre la situación y su previsible evolución. En caso de alta criticidad, o de aparición simultánea de otros fenómenos adversos, podría emitirse un aviso especial en el que se detallarían las características de la situación con información relevante sobre zonas afectadas, horas (o días) de comienzo y final y probabilidad de ocurrencia así como una breve pero clara descripción en lenguaje claro de la situación. Y, por supuesto, como ya está ocurriendo, todo ello junto con los avisos de Meteoalerta que procedan para "hoy, mañana y pasado".


Por lo que respecta a la comunicación de una situación de este tipo, el interés a priori de los medios es saber si se trata realmente de una ola de frío. Por las razones expuestas anteriormente, los meteorólogos hemos sido siempre un tanto reacios a calificar así a una evolución prevista de este tipo. Sin embargo, si se asume, como me parecería adecuado, la definición anteriormente expuesta, y si se tiene en cuenta que los actuales modelos cada vez van siendo más realistas en el cálculo de las temperaturas previstas, creo que ya sería posible hablar en avance de la llegada de una ola de frío y ofrecer, hasta donde fuera posible, los detalles de la misma y confirmándolo, ya con datos "reales" a su finalización. Se evitaría así -supongo- el eterno debate previo en los medios sobre si se trata o no de una "ola·. En cualquier caso, para una adecuada comprensión y valoración del mensaje por parte de medios y de la sociedad, sería conveniente explicar y divulgar el concepto y definición de la “ola” de forma sencilla y las razones de hacerlo así.

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