12 de junio de 2017

Verano en junio

Aunque es verdad que desde el punto de vista climatológico el trimestre veraniego es el formado por los meses de junio, julio y agosto, y que el verano astronómico empieza hacia el 21 de junio, en la calle se identifican como veraniegos los meses de junio y julio.

Sin embargo, al ver la situación de altas temperaturas que ya ha empezado, y que va a afectar durante toda la semana a una buena parte de la Península y Baleares, y teniendo en cuenta otras situaciones de este tipo, uno empieza a pensar si la percepción de la calle no va a acabar coincidiendo con el criterio de los climatólogos, ya que, por supuesto, el de los astrónomos es inamovible. Algunos estudios han ido apuntando a que en la Península Ibérica, el tiempo veraniego se va extendiendo a los meses de junio y septiembre, y por mi parte añadiría que algún zarpazo se ha notado ya también en algún mayo cercano.

Para ver, aunque no sea de una forma del todo científica, esta expansión hacia junio, me ha parecido oportuno consultar la tabla de olas de calor registradas en la Península y Baleares desde 1976 hasta la actualidad de acuerdo con los trabajos de César Rodriguez Ballesteros recogidos en su página web y en el calendario meteorológico de 2016. Con la utilización de esos datos lo que pretendo es disponer de un indicador objetivo de la aparición de periodos muy cálidos durante el mes de junio, sin que ello me lleve a afirmar por el momento si el periodo actual es una ola de calor, -que seguramente lo va a ser en bastantes provincias- algo que ya se verá cuando AEMET presente el correspondiente informe.

Pues bien, de acuerdo con esa tabla, en el periodo 1976-2016, los años cuyos meses de junio han tenido periodos cálidos considerados como olas de calor han sido 1981, 1994, 2001, 2003, 2004, 2011, 2012 y 2015. Como se ve predominan claramente los registrados en el siglo XXI, ya que de 1976 al 2000 sólo hubo dos, mientras que en los 16 años de este siglo llevamos ya seis. Pero también es interesante constatar que, sólo con una excepción, la fecha más temprana de aparición de esos periodos es el 20 de junio. Sólo el año 1981 la ola empezó el día 11 de junio y se extendió hasta el 16.

Por tanto, salvo esa excepción de 1981, los datos indican una progresión de los periodos muy cálidos desde julio hacia junio y quizás -aunque habrá que confirmarlo en próximos años- ya hacia la primera quincena del mes.

Si consideramos la situación actual desde el punto de vista de la circulación atmosférica en el hemisferio norte, vemos que ya en estos días la configuración es muy veraniega con un chorro ondulado, pero alto de latitud, y cuyas ondulaciones -las que nos llegan- lo hacen sin profundizar mucho hacia el interior de la Península. Sólo cabe esperar -salvo la llegada de una vaguada muy profunda, que todavía podría ocurrir durante la segunda mitad del mes- a que nos alcance alguna baja subtropical emigrada desde el sur o alguna débil dana formada por el estrangulamiento de alguna vaguada atlántica. En esos casos  las tormentas y el aire marino refrescarían algo el ambiente.

La situación de la circulación a 500 hPa en la pasada noche (11 al 12 de junio). Es una imagen que podría ser muy típica de los meses de julio o agosto.  Aunque frecuentemente la masa cálida parece provenir de África, las retrotrayectorias nos indican que muchas veces no es así, y que lo que nos llega es una masa de aire tropical-subtropical marítima. A mi juicio, el problema, y lo de algún modo diferente, no es que en junio llegue esa masa, ni que lo haga con esa temperatura (aunque habría que ver si es climatológicamente normal), sino que permanezca tantos días sobre nosotros.
A la vista de los mapas de temperatura de 850 hPa previstos para el próximo domingo por el sistema EPS del Centro Europeo, parece que es todavía bastante posible que la isoterma de 24ºC -que suele ser el umbral para que se alcancen los 40ºC en algunos observatorios- pueda afectar todavía a la mitad sur peninsular. La mayor incertidumbre aparece por el cuadrante nordeste sin que se pueda precisar aún lo que podría dar de sí una entrada de aire relativamente fresco desde el interior del continente. En cualquier caso, es la persistencia de los periodos cálidos, mas que las temperaturas que puedan alcanzarse, lo que creo que debe preocuparnos -y ocuparnos- más

Y de nuevo surge la cuestión: ¿pura variabilidad de la atmósfera -con periodos más o menos largos de retorno- o efecto del cambio climático? No pretendo entrar ahora en debate pero sí creo que el aumento de este tipo de configuraciones de chorro alto y ondulado va en la linea de lo que las proyecciones de los modelos de cambio climático nos dicen.  Y creo que ese aumento podría estar yendo más allá de lo que la variabilidad natural apoyaría.

Es un tema que hay que tomarlo muy seriamente en el marco de las políticas de cambio climático, y ya casi más en el marco de la mitigación, aunque hay que seguir batallando en el de la prevención. Cuanto  me agradaría ver a los políticos debatiendo con seriedad estas cuestiones y planificando acciones concretas.

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