25 de julio de 2015

Tras la ola

Hoy, 25 de julio, día de Santiago, nos encontramos desde el punto de vista climatológico en pleno periodo canicular, en las jornadas que suelen ser las más calurosas del año. Sin embargo, y tal como apuntaban hace ya ocho o nueve días los mapas del Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo, el paso del extremo sur de una vaguada por la mitad norte peninsular ha traído aire fresco del noroeste a amplias zonas de la Península. Un aire que da un respiro pasajero antes de un nuevo repunte de calor que se iniciará mañana domingo y que, probablemente, durará hasta el jueves o viernes, cuando otra vaguada atlántica volvería a suavizar las temperaturas.

Este mapa del sistema de predicción probabilística del Centro Europeo previsto para la noche del viernes al sábado previsto muestra que es bastante probable el paso, alrededor de esas fechas, de una vaguada atlántica sobre la Península Ibérica.

En mi opinión, ésta es la cadencia natural del tiempo de verano. Subidas fuertes que duran tres o cuatro días, seguidas de otros dos o tres en los que las vaguadas atlánticas refrescan algo el ambiente. Todo ello, claro está, en las vertientes atlántica y cantábrica, ya que en el área mediterránea los vientos de poniente elevan las temperaturas. 

Por tanto, creo que ahora nos encontramos en un verano "normal", si bien el calor acumulado durante el largo y muy temprano periodo cálido que nos afectó, casi sin tregua, desde finales de junio hasta casi mediados de julio, nos hace sentir que seguimos en un verano excepcionalmente cálido. Lo que habrá que ver, de acuerdo con la definición de ola de calor recientemente adoptada por AEMET, es, primero si aquel periodo puede considerarse definitivamente como ola de calor, que estoy prácticamente seguro de que sí, y después, si el ligero refrescamiento ocurrido en alguno de los primeros días de julio, pudiera llevar a que fueran dos las catalogadas en vez de una; supongo que no.

No parece en principio que vaya a repetirse en agosto una situación similar. Como veíamos más arriba, las predicciones probabilísticas a diez días apuntan más bien a que, tras la subida de los próximas tres o cuatro jornadas, una nueva entrada atlántica refresque de nuevo el ambiente en amplias zonas de la Península. Y, si hacemos caso a los mapas de predicción mensual del Centro Europeo publicados ayer viernes por AEMET, la tendencia al menos hasta mediados del mes es a que la temperatura media se encuentre en los valores normales o incluso algo por debajo.

En la columna de la derecha pueden verse las anomalías de temperatura hasta mediados de agosto. Durante las semanas del 3 al 9 y, sobre todo, en la del 10 al 17 no existan anomalías positivas en la Península sino que, más bien, tienden a ser negativas

En cualquier caso, creo que ese extraordinario período cálido que hemos vivido -más bien padecido- debería llevar a  reflexionar e investigar sobre algunos extremos interesantes. El primero y más importante, el impacto social, sanitario e incluso económico que una situación de este tipo provoca en la salud de la población y en muchas de sus actividades y costumbres y más cuando sucede como una extensión hacia adelante del verano. Precisamente, esta extensión parece confirmar el resultado de la investigación de un grupo de investigadores españoles en el sentido de un alargamiento del periodo veraniego en el área de la Península Ibérica desde finales de los 70. A la vista de lo sucedido parece que es ésta una línea de investigación que debe seguirse y potenciarse. 

Por último, creo que, este significativo episodio, nos ha llevado a una mayor concienciación de que los periodos de mucho calor en la Península Ibérica no tienen por qué atribuirse necesariamente a la entrada de aire norteafricano. Si bien, éste puede jugar un papel significativo en bastantes ocasiones, la pura presencia de una fuerte dorsal atlántica sobre, o al oeste de la Península, puede provocar las fuertes subidas térmicas a través de sus mecanismos "tradicionales" de estabilidad, cielos despejados y calentamiento por subsidencia. En esta cuestión, y en conexión con el debate suscitado sobre si ese calentamiento puede afectar directamente a las temperaturas registradas en el suelo, pienso que sería interesantísimo llevar a cabo un estudio -que ya se efectuó en los años 80 en el desierto de Arabia- y en el que se venía a concluir que, en situaciones de baja térmica y advección cálida en niveles altos, la subsidencia podía alcanzar el suelo durante la noche. Sería realmente útil comprobar si eso también sucede en el interior de la Península Ibérica.

Y ahora, vamos a ver que nos depara agosto. De un modo u otro, lo deseo muy agradable para todos los seguidores de este blog.

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