Si en mi entrada anterior de esta mañana me refería a las causas meteorológicas de las fuertes lluvias provocadas durante el martes por la situación de dana, hoy quiero centrarme sobre algunas cuestiones que a mi juicio permitirían una optimización de la gestión de estas situaciones con las que probablemente habrá que ir contando cada vez más. Quiero enfocarlo desde dos aspectos: el científico y el técnico-operativo.
a) Científico
Aquellos que siguen mi blog saben que llevo insistiendo desde hace tiempo en mi percepción de que la circulación atmosférica está cambiando en todo el hemisferio. Las circulaciones a niveles altos y medios tienden a ser cada vez de caracter más meridiano y la atmosfera tropical/subtropical -probablemente cada vez más cálida- es también cada vez más protagonista. Una consecuencia de ello son las grandes dorsales cálidas responsables de las intensas olas de calor de los últimos años y otra la formación de profundas vaguadas que dan lugar a veces a danas que, aunque pudieran ser menos frecuentes, pueden disponer de más energía tanto desde el punto de vista dinámico como termodinámico; y como consecuencia generar fenómenos más violentos como el que acabamos de sufrir. Es por tanto necesario -tantas veces lo he dicho- una potenciación y una coordinación adecuada a nivel estatal de las investigaciones en estas situaciones, y no solo por el puro interés científico sino por su impacto que puede ser de gran importancia en las actividades operativas de predicción y vigilancia mediante una ampliación de conocimientos de los predictores y el desarrollo de nuevas técnicas y criterios operativos.
b) Técnico y operativo
Creo que ya se hace crítico la necesaria revisión del sistema de avisos del que tantas veces se ha hablado para evolucionar hacia un sistema que ya se ha introducido en muchos países. Se trata de establecer unos niveles de riesgo teniendo en cuenta, no tanto o no solo los parámetros meteorológicos, sino su potencial impacto en la población. Es verdad que para establecerlo adecuadamente puede ser necesaria una adecuada coordinación entre meteorólogos y técnicos de protección civil.
Por otra parte, nos encontramos ante un tipo de fenómenos que no pueden ser descritos espacial y temporalmente por los modelos con toda la precisión que sería adecuada, y que además suelen evolucionar con mucha rapidez. Mi opinión -ya expuesta muchas veces- es que cuando se prevea una situación de este tipo debería constituirse, si es posible presencialmente, un comité operativo integrado por meteorólogos, hidrólogos, técnicos de protección civil y expertos en comunicación social. Y desde ahí se emitirian informaciones que se reciban en todos los móviles de las zonas afectadas y que indicarían sucintamente: a) qué está pasando o que se espera que pase; b) cómo puede afectar a los habitantes de esas zonas y c) cuáles son en su caso las recomendaciones de las autoridades. Solo este tipo de mensajes actualizados continuamente pueden ayudar de modo efectivo a salvar en lo posible vidas y bienes. Se que, dada la estructura de nuestro país, conseguir esto es bastante dificil pero se hace de todo punto necesario si se quiere avanzar eficazmente en el camino de la prevención y protección de la población. Y junto a ello una acción divulgativa que informe y mentalice sobre este tipo de fenómenos, la comprensión adecuada de los mensajes y de las medidas de autoprotección.
Hace 42 años la catástrofe provocada por la pantanada de Tous dio lugar a una evolución radical en el aquel entonces Instituto Nacional de Meteorología y los organismos de Protección Civil. Quizás si la catástrofe actual sirve para llevar a cabo una reflexión profunda y un esfuerzo sincero para mejorar en predicción, prevención y protección, la muerte de nuestros conciudadanos no habrá sido del todo en vano. Desgraciadamente soy pesimista.
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