“La duda no es una condición
placentera pero la certeza es absurda”
Voltaire
Una vez más se ha cumplido un
rito ya tradicional de la Semana Santa: las críticas a los hombres y mujeres
del tiempo por supuestos fallos de predicción
en este periodo festivo. En
principio no eran muy de esperar porque ha existido un consenso bastante amplio
en considerar que han sido acertadas o al menos bastante aceptables… pero la
tradición es la tradición y aunque, ni mucho menos de forma generalizada, ahí
han estado de nuevo.
¿Es necesario seguir con todo
esto? ¿Hay que seguir considerando a “los del tiempo” como “hechiceros de la
tribu” y esperar a ver si los dioses los acompañan en sus cábalas y
adivinaciones? Y si no es así: ¿hay que echarlos a la hoguera? Pues no, no
parece necesario. Estamos en una sociedad más civilizada y científica y cada
vez es también más posible apoyarse en esa ciencia para disponer de una
información objetiva y muy útil….aunque, si lo hacemos perderemos ritos y hechiceros, eso es verdad.
Desde siempre los meteorólogos
hemos sabido que cualquier predicción es una probabilidad de que ocurra una
situación atmosférica concreta pero nunca es una certeza. Voy a referirme, aún
a costa de ser reiterativo para algunos lectores, a las razones de ello.
Lo primero que hay que tener en
cuenta es que la atmósfera es un fluido con
un comportamiento caótico y altamente no lineal. Quiere decirse que, debido
a esas características y a la forma en que hay que resolver las complejas
ecuaciones matemáticas que la describen, nunca,
ni en las condiciones más ideales, podríamos tener una predicción exacta de su
comportamiento futuro, incluso ni para el plazo de minutos. Su
comportamiento depende muchísimo de la
situación de partida y pequeñas diferencias en la misma pueden conducir a
resultados muy distintos. Así, un error de unos pocos metros por segundo en
la determinación de la velocidad del viento o de unas décimas de milibar en la de
la presión puede conducir a obtener resultados previstos que tengan muy poco
que ver con la evolución real. Para
acercarnos lo más posible a ese “análisis”,
a esa situación de partida ideal, tendríamos que hacer observaciones muy
completas con un detalle espacial y temporal altísimo, imposible en la práctica
y con un costo económico inasumible.
Pero aún hay más: la física de la atmósfera es tan compleja
que no la conocemos aún en todo su detalle y por tanto no podemos hacer
modelos físico-matemáticos tan perfectos como querríamos. Así por ejemplo, los
mecanismos de la precipitación son tan complejos, sobre todo en situaciones
tormentosas, que son dificilísimos de reproducir con fidelidad por el modelo matemático
más sofisticado de modo que para determinar las características y cantidades de
lluvia que pueden esperarse hay que recurrir a cierto tipo de aproximaciones o
compromisos que no responden del todo a la realidad.
Por todas estas razones las predicciones no pueden ser exactas y ello
no es culpa de los meteorólogos sino de que nuestra atmósfera y nuestra ciencia
son como son. ¿No hay solución a todo ello? En buena medida sí… si estamos dispuestos a ver las
cosas de forma un poco distinta.
Hasta hace doce o trece años los
meteorólogos sabíamos que la evolución que nos ofrecían los modelos era una
situación que podía ocurrir probablemente…pero ¿cuánto de probable era?,¿qué
otras alternativas existían y que probabilidad tenían de ocurrir? Pues, con
toda sinceridad, salvo alguna intuición personal, ni idea.
Sin embargo, hacia mediados de
los 90, se pusieron a punto unas técnicas matemáticas denominadas “ensembles” o “conjuntos” que “juegan”
con algunas de esas fuentes de error a las que antes me refería de una forma
que sería prolijo describir ahora y que nos permiten cuantificar la
probabilidad de que se produzca una situación concreta o de que se produzcan
otras con rasgos más o menos distintos.
Y del mismo modo, nos permiten conocer, no sólo la probabilidad de que
llueva o haga viento, sino también la probabilidad de ocurrencia de los
distintos valores de estos fenómenos que pueden esperarse. Y eso puede estar
disponible para cualquier punto del
planeta y para diez días de plazo de predicción. Naturalmente, cuanto más cerca
estamos en el tiempo, mas certidumbre y menos escenarios posibles hay y cuanto más
nos alejamos, mas aumenta la incertidumbre. Pero lo interesante es que está
cuantificada y además que no hay nada subjetivo en todo el proceso. Esta
información es la mejor y la mayor “verdad” que la ciencia nos puede ofrecer en
predicciones desde unas horas hasta 10 o 15 días. Se está utilizando ya para algunos usuarios específicos y para aplicaciones tan importantes como
las posibles trayectorias de los huracanes. Además, parte de ella figura ya en
forma de mapas en algunas páginas de Internet. Si se quiere conocer con mas detalle las técnicas "ensemble" puede visitarse este interesante módulo Comet del UCAR norteamericano
Si estas informaciones se
utilizaran de forma habitual para el gran público se acabarían las equivocaciones
de los meteorólogos y desaparecerían los
hechiceros…pero hacerlo así tiene un coste: tendríamos que aceptar a la
incertidumbre y tomar nuestras propias
decisiones en función de la mejor información que la ciencia nos puede dar. Como eso es algo que sociológica y
psicológicamente nos cuesta y además habría que hacer algunos trabajos
preparatorios y decidir algunas alternativas, solemos tomar la solución
aparentemente más sencilla. Presentamos la evolución que en principio parece más
probable – lo malo es cuando hay dos o tres igualmente probables- y se hace
“certeza” de lo que sólo es una posibilidad entre otras. Hacer ésto es una
opción que puede ser aceptable, pero desde luego debemos ser conscientes de que
no aprovechamos toda la información disponible y que, de alguna manera, no
facilitamos una toma de decisión “adulta” a quienes pudieran desearla.
Naturalmente éste es un tema
controvertido a nivel mundial en el campo de la comunicación meteorológica.
Indudablemente, la transmisión de esa información de forma generalizada debería
ser muy cuidadosa para que sea bien entendida y utilizada. Sería necesario un
trabajo conjunto previo de meteorólogos, comunicadores y expertos en ciencias
sociales porque hay que estudiar como “formar” al público, como presentar de
forma sencilla esa información, como evaluar su utilización e incluso cuando debe
darse de una manera u otra. En cualquier caso creo que merece la pena intentarlo
porque seriamos más objetivos y rigurosos y quizás contribuiríamos también a
una sociedad un poco más madura. De hecho, Voltaire se alegraría. Eso sí, ¡nos perderíamos una buena tradición de Semana
Santa!
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