Cuando hace ya muchos años, y bajo la dirección del maestro Paco García Dana, los meteorólogos trazábamos -casi sin datos- las topografías de 300 mb (ahora hPa) aparecía con frecuencia en nuestras latitudes o algo más hacia el sur, y más fácilmente en verano, una corriente de vientos de componente oeste que no llegaba a tener, al menos entonces, la categoría de chorro, que presentaba ciertas ondulaciones y que a veces daban lugar a débiles danas (entonces “gotas frías”) en general sin mayores consecuencias salvo cuando nos sorprendían provocando algunas situaciones tormentosas poco o nada previstas. Ello era debido a la escasa disponibilidad de datos en zonas subtropicales cercanas a la Península, algo que pudimos solventar poco a poco mediante la utilización de las imágenes del canal de absorción de vapor de agua (WV) de Meteosat.
García Dana las denominaba coloquialmente circulaciones de “rebaño”, es decir algo que se quedaba en el borde mismo entre la gran circulación del chorro polar y los dominios del anticiclón subtropical y que posiblemente podría provenir de una bifurcación del chorro polar en su salida de Norteamérica al Atlántico sin tener que ver en principio -nos parecía- con el chorro subtropical.
Ahora, muchos años después, esta circulación que, sobre todo en verano parece cada vez más reforzada, está siendo objeto preferente de investigación (véase por ejemplo este artículo publicado hace poco en Nature) al encontrarse una relación estadísticamente significativa entre las estructuras atmosféricas de doble chorro (el polar propiamente dicho y ésta otra ¿subtropical? ) y la generación de olas de calor sobre Eurasia y muy en especial sobre Europa occidental.
En relación con su origen y desde un punto de vista dinámico se especula que el calentamiento diferencial entre el océano Ártico (frío) y las zonas terrestres de altas latitudes (cada vez más afectadas por el calentamiento global) da lugar a un reforzamiento del chorro polar en esas altas latitudes y a la aparición o reforzamiento de ese segundo chorro -o ramal- al que me refería más arriba. Por tanto ese establecimiento tan al norte del chorro polar -quizás en este caso "ártico"- no llevaría en principio a un amplio desplazamiento en bloque hacia el norte de la gran dorsal subtropical sino al establecimiento de un sistema de doble chorro con una dorsal atlántica más meridional y quizás más débil. Es como si bastante más al sur del chorro polar se estableciera un nuevo gradiente de temperaturas que generase la bifurcación y la aparición de esa rama más meridional.
Si nos centramos en la dinámica de ese chorro más meridional aparecen en él algunas dorsales y vaguadas con una aparente tendencia a formar algunas estructuras estacionarias sobre Europa occidental que generan las condiciones para la aparición de olas de calor (insolación continuada, escasa o nula circulación del aire en capas bajas, a veces advección de aire africano y, probablemente, aumento de la temperatura del aire por compresión adiabática). A este respecto algunos estudios apuntan a que estas situaciones se ven muy facilitadas cuando entran en resonancia ondas de estas latitudes con ondas de la circulación del chorro polar o "ártico". Otra posibilidad que se apunta en algunos estudios es que entre las dos ramas queden zonas geográficas con circulaciones muy débiles o nulas que favorecen la persistencia de masas cálidas o frías sobre esas zonas.
Topografía de 500 hPa de un día de agosto de 2022. Puede verse una bifurcación del chorro en pleno Atlántico dando lugar a una estructura de "doble chorro" (se vería mejor en las topografías de 300 o 200 hPa). Se observa como el más meridional genera profundas vaguadas y dorsales casi estacionarias e incluso "burbujas" cálidas o frías en el espacio geográfico entre ambas circulaciones como entre el sur de Escandinavia e Italia.
Este esquema sobre una estructura de chorro doble y sus consecuencias aparece en un artículo publicado recientemente en Francia (Meteo Villes.com)
Por una razón u otra parece que estas situaciones de dorsales de bloqueo o de estancamiento de masas aéreas, se van haciendo cada vez más frecuentes a lo que va indisolublemente unido el aumento de las olas de calor. Olas que, en mi opinión, se deben más a esa persistencia -a veces también a una marcada subsidencia como apuntaba más arriba- que a un ascenso neto de la temperatura de las masas de aire subtropicales.
Se especula también sobre si existe una relación clara entre el efecto antropogénico y las estructuras de doble chorro. El estudio que cito al principio apunta a que el reforzamiento y la permanencia en altas latitudes del chorro polar está en relación con la amplificación ártica, fenómeno claramente relacionado con el calentamiento global.
Es interesante ver las profundas consecuencias a que estas evoluciones dan lugar. La reiteración de las olas de calor sobre Europa occidental y muy en concreto sobre el Atlántico de latitudes medias ha llevado a la aparición de marcadas anomalías positivas en la temperatura del agua del mar que, a su vez, ha dado como consecuencia entre otros sucesos al nacimiento del huracán “Danielle” mediante un proceso puramente tropical en latitudes medias y quizás a la extraña temporada de huracanes en el Atlántico tropical.
¿Qué pasará durante el otoño y el invierno? ¿Desaparecerá la estructura de doble chorro? ¿Sería capaz el chorro subtropical de conducir ríos atmosféricos desde el Caribe hacia España? ¿Bajaría el chorro polar lo suficiente para traer uno de los “antiguos” temporales de lluvia atlántica? ¿Descenderá suficientemente de latitud alguna dana para dar un buen temporal de lluvias en parte de la vertiente atlántica y luego en la mediterránea? Y el próximo verano, ¿volverá la estructura de doble chorro y las dorsales estacionarias sobre la Península y las intensas olas de calor? Son cuestiones que inciden clara y fuertemente en nuestra economías, infraestructuras y, como no, modo de vida y que, como tantas veces he dicho, exigirían un fuerte esfuerzo investigador en España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario