Como era de esperar, la situación de sequía se ha convertido ya en un tema de alta prioridad y no solo para los informativos sino, sobre todo, para el medio rural y para las autoridades que tienen que tomar decisiones sobre medidas a tomar desde ya o en las próximas semanas en relación con la gestión del agua.
Poco se puede añadir a lo ya dicho estos días sobre las zonas más castigadas por esta situación o por las perspectivas, en general poco halagüeñas, para esta última decena de febrero e incluso, al menos, para la primera quincena de marzo. Se ha comentado también el hecho de que las sequías son un elemento característico del clima de la Península Ibérica y que, aunque es difícil saber cuál está siendo su evolución en el contexto del calentamiento global, parece que los periodos secos -de mayor o menor duración- van aumentando. Ante todo ello quizás la pregunta fundamental que cabe hacerse es la que hace unos días me planteaba una periodista: ¿Qué podemos hacer?
Más allá de las directrices que tanto a nivel personal como general están establecidas, creo que meteorólogos y climatólogos tendríamos que seguir ofreciendo -y si es posible potenciando- la mayor y mejor información disponible sobre cómo está evolucionando el clima en la Península Ibérica, Baleares y Canarias y cuál es la evolución más previsible. Se trata de algo fundamental para la planificación adecuada a medio y largo plazo en relación con el mantenimiento y desarrollo de recursos e infraestructuras de todo tipo, y muy en especial las de carácter energético, ambiental, industrial o agrario por citar solo algunas de ellas.
Podría decirse que ya conocemos estas tendencias: aumento de la temperatura media, olas de calor más frecuentes y quizás más extensas, una reducción progresiva de la precipitación dependiendo en zonas geográficas y estaciones del año… Sin embargo, sería importante poder profundizar más en las evoluciones y tendencias de la precipitación y del viento dada su importancia crítica y su estrecha ligazón con los chorros extratropicales y subtropicales, siendo la evolución de éstos una de las cuestiones todavía más controvertidas en el contexto del cambio climático. Y España una de las zonas más afectadas por esas incertidumbres. Por esta razón hace tiempo que insisto en la importancia que para esa potenciación tendría la creación por el Gobierno de un plan estatal de investigación adecuadamente dotado que -tras establecer las prioridades más oportunas- profundizara y particularizara para España, hasta donde sea posible, lo que los resultados a gran escala van ofreciendo.
A este respecto, y sólo como opinión puramente personal, me atrevería a señalar qué es lo que vamos sabiendo y lo que tendríamos que conocer mejor sobre la evolución de la atmósfera en nuestras latitudes:
a) Creo que hay un consenso general en una mayor y progresiva expansión hacia el norte de la atmósfera subtropical, lo que se traduce en una dorsal atlántica más persistente, quizás con una recolocación algo más al oeste y puede que cambiando algo su estructura en cuña algo más hacia el norte. Es verdad que ya se han llevado a cabo algunas investigaciones a este respecto pero con la amplia disponibilidad de los archivos de reanálisis podría ser interesante estudiarlo más a fondo y ver cuál es la tendencia que señalan los modelos globales.
b) Es indudable que esta evolución de la dorsal atlántica tiene al menos dos consecuencias claras. La primera es la casi completa desaparición de los temporales de Poniente. Las borrascas que se forman en el Atlántico discurren ya de forma casi generalizada por latitudes más septentrionales o se dirigen claramente hacia las zonas polares aportando allí calor y humedad. Por otra parte la estructura y ubicación de la citada dorsal hace que –al menos aparentemente- se vayan haciendo más frecuentes sobre la Península y Baleares las circulaciones del noroeste. Circulaciones que solo dejan precipitaciones significativas en el área cantábrica y parte de Pirineos pero mucho menos abundantes en el resto de la mitad norte de la Península y norte del archipiélago balear y prácticamente nulas en el resto. Al menos esto es lo que parece desde un punto de vista cualitativo pero convendría estudiarlo cuantitativamente y ver cómo coincide todo ello con lo que han apuntado los modelos y hasta qué punto seguirán apuntando así.
Con una tendencia de la dorsal atlántica a una mayor extensión hacia el N. parece que las circulaciones del NW se van haciendo cada vez más frecuentes a la vez que han decrecido drásticamente las del W y SW. El impacto de ello en la distribución de las precipitaciones -y del viento- en España puede ser muy importante.
c) De vez en cuando una vaguada del chorro polar se agudiza y hace que momentáneamente la dorsal retroceda. A veces pasa sobre la Península como una vaguada del noroeste o del oeste pero las precipitaciones que la acompañan no suelen ser muy significativas. Otras veces la vaguada se estrangula y forma una dana, el tipo de estructura atmosférica que puede darnos precipitaciones significativas ante la ausencia casi total de los temporales atlánticos. Sin embargo, da la sensación de que, o se forman menos danas o se quedan en latitudes más altas y en caso de afectarnos lo hacen también por una trayectoria NW-SE dando menos precipitaciones de las que cabría esperar si se ubicaran en aquellas ubicaciones típicas del golfo de Cádiz o del mar de Alborán. Y aquí sí hay también un gran campo de investigación. ¿Nos afectan menos danas? ¿Lo hacen en el mismo número aunque con menos precipitaciones? ¿Están cambiando ubicaciones o trayectorias? ¿Hacia donde apuntan los modelos de evolución climática? Y no olvidemos en este contexto cuál puede ser la evolución de los "medicanes" ligados con frecuencia a danas sobre el Mediterráneo.
¿Está variando la frecuencia de formación de danas, su ubicación o su recorrido?
d) Es verdad que se han reducido drásticamente los temporales atlánticos “clásicos” pero muy de vez en cuando nos llegan circulaciones del W/SW muy cargadas de humedad que dejan durante dos o tres días precipitaciones muy significativas en amplias zonas de la Península. Todo indica que, más que a borrascas concretas, parecen estar ligadas a los denominados “ríos atmosféricos” que desde zonas muy al oeste, incluso desde el Caribe o más al sur, se dirigen hacia la Península Ibérica. Podría argüirse que estas son las típicas situaciones de Poniente, pero hay algunos elementos en ellas –cantidad de agua precipitable, gran extensión vertical, frentes casi inexistentes o muy poco marcados, borrascas bastante lejanas- que inducen a pensar en un fenómeno distinto. ¿Lo es?, ¿está relacionado con el cambio climático? ¿Tenderían a aumentar? ¿Podría ser una fuente significativa de precipitaciones en el futuro?
Estas bandas de las imágenes del canal de vapor de agua van ligadas frecuentemente a ríos atmosféricos con origen en zonas del Caribe, e incluso más al sur, que transportan gran cantidad de agua precipitable a las áreas donde inciden y pueden no tener relación directa con borrascas extratropicales
e) La progresión hacia el norte de la atmósfera subtropical podría suponer una afectación creciente en Canarias e incluso en la Península por estructuras ciclónicas tropicales y/o subtropicales que parece que tienden a moverse más claramente hacia nuestras zonas o incluso a desarrollarse en las cercanías. ¿Podrían ser en el futuro un elemento significativo en cuanto a precipitaciones?
"Leslie" llegando a la Península Ibérica. Si bien, oficialmente, era ya un ciclón postropical, mantengo mis dudas sobre si todavía era un huracán clase I cuando tocó las costas portuguesas.
f) Otra cuestión que parece también que debería abordarse en profundidad son las situaciones que provocan fenómenos adversos, fenómenos que parecen ir ganando en intensidad y frecuencia debido probablemente a la mayor energía disponible en la atmósfera, y que van afectando a zonas donde eran raros o prácticamente desconocidos. ¿Cuál ha sido la tendencia en los últimos años? ¿Cuál va a ser en el futuro?
La gran nevada de "Filomena". En mi opinión su intensidad tuvo mucho que ver con la gran cantidad -para enero- de energía y humedad proporcionada por el aire subtropical que entró en juego.
g) Para finalizar cabe señalar también la importancia de cómo puede evolucionar el régimen de vientos en relación con la generación de energía eólica dada la fuerte y comprensible apuesta que se está haciendo por ella. La decreciente frecuencia de la aparición del chorro polar sobre muchas zonas –excepto las del norte y nordeste donde las frecuentes circulaciones del norte y noroeste parecen incrementarse- deberá llevar a estudiar cuál va a ser la disponibilidad de este recurso en años venideros y sí será capaz de satisfacer la demanda de energía que se espera.
Todo lo anterior es lo que se me ocurre cómo las cuestiones más significativas que habría que tener sobre la evolución climática en España, y es probable que no sea ni mucho menos completa o incluso muy discutible. No ignoro que sobre estos temas se han llevado ya a cabo algunas investigaciones y se siguen haciendo pero insisto en mi convencimiento de que sería muy útil el establecimiento del plan al que me refería al principio para priorizar, coordinar y potenciar todas ellas.