"Necesita un cambio de aires". Cuántas veces escuchamos esa frase referida a una persona a la que, por su situación física o anímica, se le recomienda un cambio temporal de residencia, o al menos de actividades, para ayudarla a recuperar el equilibrio perdido. Pues del mismo modo, en la Península y Baleares -y en buena parte de Europa- se estaba necesitando un profundo "cambio de aires" que nos devolviera el tiempo de finales de otoño y principios de invierno. Un cambio de aires que normalice la actividad de plantas y animales, que suavice la contaminación de las grandes ciudades, que cambie las condiciones propicias a incendios en el área Cantábrica y que, en el fondo, nos ayude a recuperar a todos esa sensación de "tener otoño" o "tener invierno", sensación que también puede ayudar a muchos a recuperar equilibrios perdidos o inestables. No olvidemos en este contexto ese sabio refrán que establece la mejor definición de "buen tiempo" que conozco: Es buen tiempo cuando en cada tiempo hace su tiempo.
La causa "proxima" de ese cambio ha sido el paso sobre la Península de una vaguada atlántica, que ha logrado atravesarla rompiendo el fuerte obstáculo que suponía la dorsal europea. Además parece abrirse el camino a que los vientos de poniente nos vayan trayendo poco a poco borrascas con frentes asociados que darán lluvias, sobre todo en la vertiente atlántica, si bien en un contexto de temperaturas todavía suaves para esta época del año. Todo ello ocurre tras un otoño muy seco en contra de la idea bastante extendida, aunque no "universalmente" asumida, de que con una situación de El Niño muy fuerte deberíamos haber tenido un otoño lluvioso en zonas de la vertiente atlántica. Y digo "no del todo asumida" porque otras teorías han apuntado a establecer más bien una relación con la sequía.
Es curioso que este cambio en el patrón de la circulación se haya producido coincidiendo prácticamente con la luna llena de Navidad, momento señalado por algunos astrometeorólogos, desde hace ya varios meses, como inicio del retorno de las lluvias a la Península, al menos durante el mes de enero. Sin entrar ahora en las causas físicas que pueda haber detrás, han acertado y justo es reconocerlo. Pero este "cambio de aires", este cambio de patrón circulatorio, no se ha dado sólo en nuestra zona geográfica sino que es un efecto más de un cambio importante en la configuración de los chorros en el hemisferio norte. De este modo, prácticamente en coincidencia con la vaguada que nos ha afectado, el descuelgue de una profunda DANA sobre Estados Unidos ha provocado allí una oleada de violentos tornados -prácticamente fuera de estación- seguida de un pronunciado descenso de temperaturas en algunos de sus estados. Por otra parte, también se han registrado intensas lluvias e inundaciones en Gran Bretaña y se anuncia ahora la llegada a esa zona de una profunda borrasca, ligada probablemente a un proceso de ciclogénesis explosiva.
Pero hay una pieza más del puzle que tiene asombrados y de algún modo preocupados a muchos meteorólogos y que no puede verse de una forma desligada a los fenómenos ya descritos. Se trata de la formación -ya está empezando- de una marcadísima dorsal anticiclónica que se extenderá en los próximos días desde el sur de Europa hasta Escandinavia, produciendo una impresionante anomalía térmica positiva, de casi 20º sobre zonas polares y llevando incluso a temperaturas cercanas a los 0ºC en algunos territorios en pleno invierno ártico. Afortunadamente esa estructura desaparecerá en poco tiempo porque de otra forma el impacto en esas zonas podría ser desastroso. En cualquier caso, sobre esta situación es muy ilustrativa esta entrada publicada en el foro de Cazatormentas.
Y ahora viene la cuestión que todos nos planteamos: ¿Variabilidad natural? ¿Cambio climático?... Por supuesto no tengo respuesta para ella, pero además me planteo si realmente son dos cuestiones independientes. El calentamiento global tiene que influir necesariamente en esa variabilidad, que sería otra si ese calentamiento no existiera. Pero lo que sí vamos conociendo es hacia que consecuencias nos conduce esta "nueva" variabilidad. Desde hace cuatro o cinco años se estudian, ya de forma sistemática, la posible relación de los fenómenos atmosféricos más adversos o significativos de cada año y el citado calentamiento global; estudios que se difunden por la American Meteorological Society en una publicación específica. Una de las principales conclusiones de estos estudios es que las olas de calor y los fenómenos más violentos son mucho más probables en un proceso de calentamiento global como en el que nos encontramos. Esa es, a mi juicio, la más importante respuesta científica. El conocer cómo la atmósfera y el océano lo hacen es misión casi imposible porque todo es unidad, todo es a la vez causa y consecuencia.
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