A
partir de hoy -y previsiblemente hasta el viernes o sábado- la Península Ibérica va
a estar afectada por una circulación de vientos del suroeste que arrastrarán
sucesivas bandas frontales con lluvias abundantes en toda la vertiente
atlántica y sobre todo en el sur y suroeste peninsular.
Estos
vientos del suroeste que transportan masas de aire muy húmedas desde el área
Azores-Madeira-Canarias hacia la Península han recibido desde antiguo, y sobre
todo en el ambiente rural, el nombre de “ábregos” y también muy adecuadamente
el de “llovedores” ya que eran –ahora ya no tanto- los principales proveedores
de lluvias en tierras de Castilla, Extremadura y Andalucía occidental. Una
interesante información sobre la denominación “ábrego” puede encontrarse aquí.
Vivir,
como en los próximos días, una situación de “ábregos” es un verdadero regalo al
menos para estas zonas geográficas a las que me refiero. En primer lugar, como
apuntaba más arriba, como el mejor remedio para la sequía. Sus lluvias son en general de carácter moderado y tranquilo,
sobre todo en el interior peninsular ya que en zonas cercanas a las costas del
sur y suroeste pueden originar a veces auténticos diluvios. Es una lluvia que,
al no ser en general intensa, provoca menos escorrentía, empapa la tierra y
recarga los acuíferos, algo fundamental en estos momentos en que hemos acabado
un año hidrológico muy seco.
También
es un regalo porque son situaciones que cada vez abundan menos. Los que vivimos
en las décadas de los 60, 70 y 80, en especial las personas del medio rural y
las que nos dedicamos a la meteorología, recordamos con nostalgia –o quizás
hasta mitificamos un poco- aquellos temporales de lluvia de otoño e invierno en
los que las borrascas atlánticas pasaban una tras otra sobre la Península con
sus frentes cálidos y fríos en un régimen general de “ábregos”. Recuerdo
aquellos mapas dibujados con tiza que presentaba Mariano Medina en TVE donde
aparecía una sucesión -“un rosario”
decía a veces- de tres o cuatro borrascas ocupando el Atlántico, “ensartadas” como cuentas en sus respectivos frentes y dirigiéndose hacia España. A veces los temporales atlánticos eran tan
continuados y pertinaces que en los campos de Castilla se hacían rogativas “per
serenitatem” en vez de las típicas implorando lluvia.
Aunque
no conozco ningún estudio específico
sobre la cuestión, mi impresión es que estos temporales del oeste y del
suroeste empezaron a escasear cada vez más durante la década de los 90 y así
siguen. El último gran temporal de este tipo ocurrió durante el invierno
2009-10 después de bastante tiempo sin haber tenido otro de esas características.
El “chorro polar”, que es el que de algún modo crea ese tipo de borrascas y las
arrastra, baja en general menos de latitud y afecta menos a España. Este chorro
tiene también una tendencia a ondularse cada vez de forma mas acusada, algo que
han puesto de manifiesto varios estudios relacionándolo con el cambio
climático, y a lo que ya me referí en esta otra entrada del blog. Estas ondulaciones tienden a llevar a estas
borrascas desde su formación en pleno Atlántico en una trayectoria
suroeste-nordeste hacia Groenlandia y el Ártico contribuyendo al calentamiento
que se observa en esas zonas…y de algún modo hurtándonos en buena medida
nuestros temporales de “ábregos”.
Es
curioso que esta menor frecuencia de temporales atlánticos podría significar también
una disminución clara de las precipitaciones en la vertiente atlántica. Los
estudios climatológicos no parecen detectarla si bien muchos habitantes de los
pueblos de Castilla sí afirman notarla. En cualquier caso, si no existe
disminución, querría decir que las lluvias se obtienen más de borrascas frías y situaciones tormentosas y por tanto tienen carácter mas irregular e intenso… y no son las que mejor se pueden aprovechar. Y la
tendencia a ese tipo de precipitaciones sí parece detectarse de algún modo.
Y el
tercer regalo es disfrutar de esta lluvia de los “llovedores” allí donde no sean demasiado intensos. En días así es
hermoso pasear por los campos castellanos o las dehesas extremeñas viendo como
la naturaleza se transforma y revive con esta lluvia y este aire del océano. Es
también agradable ver nuestras ciudades envueltas en este ambiente húmedo y
suave. Habrá que hacerlo pronto porque la situación no parece que vaya a durar
mas allá del viernes o como mucho del sábado. Hay algún indicio en los modelos
a medio plazo de que en siete u ocho días los “ábregos” pudieran volver a visitarnos de una forma curiosa…pero es
pronto para saberlo. En cualquier caso, ojalá sus visitas no fueran tan
fugaces.
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