Hoy
a la una de la madrugada se ha iniciado el verano astronómico. Desde el punto
de vista climatológico el trimestre veraniego se inició el 1 de junio mientras
que el meteorológico… depende en gran medida de las distintas sensibilidades
personales para calificar al tiempo como veraniego.
En verano el chorro polar asciende de latitud y por tanto es difícil que sus
borrascas afecten a la Península Ibérica. Lo habitual es que predomine sobre
ella una gran masa de aire cálido y estable extendiéndose desde el norte de África
y dando lugar a un tiempo seco y caluroso. En superficie reina el anticiclón, si
bien sobre el centro de la Península la presión baja algo por efecto de ese
calor lo que origina una entrada de aire del este-sureste, el llamado viento
“solano” en el interior peninsular, que con su sequedad aviva aún mas la sensación de agobio. A veces el
extremo de un frente frio roza el área Cantábrica pudiendo afectar ocasionalmente al resto de la mitad norte. Si lo hace, aparecen tormentas y las
temperaturas se suavizan un par de días.
Sin
embargo hay una situación veraniega que es la que origina las incidencias
meteorológicas más significativas y que, además es la que suele dar más
problemas a los predictores. Tiene lugar cuando una débil perturbación
atlántica en niveles medios-altos de la atmósfera, descolgada de la circulación del
chorro que queda muy al norte y con algo de aire frío en su interior, se acerca
lentamente desde el área de Azores-Madeira hacia la Península. Delante de ella
predominan los vientos de componente sur con aire cálido de carácter tropical o
subtropical. Si la vaguada está lo suficientemente cerca este aire proviene del
norte de África y llega muy seco con polvo en suspensión. El cielo se torna
blanco-plomizo y la sensación de bochorno y agobio es total. Se suelen registrar
temperaturas muy altas que pueden ser las más altas del verano si la situación
ocurre en la segunda quincena de julio o en los primeros días de agosto.
Unas
veces la vaguada se queda estacionaria en esa posición y se suceden los días de
temperaturas muy elevadas: estamos en una ola de calor. Otras, la vaguada se
mueve hacia el noroeste de la Península con dirección hacia Francia o las Islas
Británicas dando lugar a que, tras ella, entre sobre España aire atlántico más
fresco limpiando el ambiente y suavizando las temperaturas. La tercera
posibilidad es que la vaguada se acerque mucho o finalmente se decida a atravesar la Península dando lugar a
una amplia y potente actividad tormentosa.
Este
tipo de tormentas no ligadas a frentes o borrascas frías se las llama a veces “tormentas de calor”. La idea popular
que subyace en esa denominación es que “ha hecho tanto calor que al final las tormentas han saltado”. No
es así; en una masa de aire cálida y estable a todos los niveles no “saltan”
espontaneamente las tormentas. En ese caso tendríamos tormentas
en muchos días del verano. Lo que a veces ha llevado a esa conclusión es que, justamente durante
los dos o tres días anteriores, las temperaturas han sido muy altas al reforzarse la entrada de aire del sur o del sureste por el acercamiento de la
perturbación en altura.
Un recordado meteorólogo español decía que las
tormentas necesitan “pies calientes y cabeza fría”. Es decir, es necesario que aparezca algo de aire más frío por las capas medias y altas de la atmósfera de
modo que el aire cálido de las capas
bajas pueda ascender y formar las nubes tormentosas. A veces, incluso
ocurriendo esto, la humedad del aire que asciende es tan baja que las nubes que
se forman tienen su base muy alta y difuminada entre la calima y sólo aparecen
algunos amagos tormentosos con alguna actividad eléctrica… los
también mal llamados “relámpagos de calor”.
Por
tanto, desde mi punto de vista, no hay estrictamente “tormentas de calor”. Hace
falta además que algo ocurra “por arriba”. Lo que pasa es que a veces es tan
poco definido que sólo se ve si se hace un análisis adecuado de los mapas
previstos a más de 9000 metros de altura o mediante una eficaz interpretación
de las imágenes de Meteosat, sobre todo en el canal de absorción de vapor de
agua.
En
cualquier caso las “tormentas de calor” y los “relámpagos de calor” forman
parte de la tradición veraniega española. Esas denominaciones tienen
su encanto, -a mi me gustan- y no es mi intención luchar contra ellas. Deseo únicamente
que no den lugar a conceptos equivocados.
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