de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales
Antonio Machado
Escribo estas líneas en una tarde parda de invierno con una lluvia ligera pero, probablemente, algo menos fría que en las altas parameras sorianas, en las que quizás pensaba Don Antonio cuando escribía estos versos. Tarde de invierno en cualquier caso para muchas personas que lo identifican con la escasez de luz, cielos grises y horizontes neblinosos y que a algunas les provoca una cierta nostalgia o un punto de decaimiento. Como en el caso de hoy, a veces la situación está provocada por un frente poco activo que en seguida dará paso a una -también débil y pasajera- entrada de viento del norte. Será un viento que levantará nubes y celajes y permitirá que el brillo del sol levante ánimos...hasta la llegada del siguiente frente.
Otras veces, una imagen parecida está provocada por la presencia de un anticiclón invernal en situación casi estacionaria durante días y días. Las nieblas -y la contaminación en las grandes ciudades- permanecen sin variación y provocan ese ambiente un punto claustrofóbico y aburrido con heladas y cencelladas en las frías madrugadas. En este caso, la necesidad de sol y claridad puede satisfacerse con relativa facilidad. Basta dirigirse a cualquier zona montañosa por encima de los 1200 o 1400 metros y encontrar una atmósfera limpia y un sol radiante.
Para otros muchos, entre los cuales me encuentro, el tiempo de invierno es el tiempo de la nieve. Esa nieve que tanto añoramos en las tierras medias del interior peninsular y que se deja ver de una manera esporádica y en general en pequeñas cantidades. La escasez de borrascas atlánticas invernales ha hecho que las nevadas disminuyan. Incluso cuando nieva, lo suele hacer a cotas mas altas, debido probablemente a que, el aire del suroeste de la parte delantera de las borrascas, tiene tendencia a ser cada vez más cálido si lo comparamos con el de hace dos o tres décadas. Además, con el aumento de circulaciones meridianas norte-sur y sur-norte, no se ven favorecidas las grandes nevadas en las montañas ni en las tierras altas, ni desde luego la permanencia de la nieve en el suelo durante bastantes días. Así que, para muchos, cada vez tenemos menos invierno.
Y para otros el invierno es el tiempo de los vientos heladores procedentes de Siberia o al menos de Centroeuropa. Ese viento seco, frío y racheado con cielos muy claros que barre, limpia y purifica el interior peninsular y que agota su poca humedad en algunas lluvias costeras mediterráneas y, si algo mas le queda, en débiles nevadas en las serranías ibéricas. Este "invierno" es más frecuente y no cabe sino recordar el pasado mes de febrero en el que varias irrupciones gélidas de este tipo dieron lugar a que se cerrara con una anomalía de nada menos que de 2,5º por debajo del valor normal de la temperatura media. Es posible que, como consecuencia de las disrupciones ocasionadas por el acelerado calentamiento del Ártico, la Península Ibérica se pueda ver cada vez mas afectada en invierno por este tipo de "descargas" frías.
En cualquier caso, estoy seguro que dentro de estos grupos de personas con distintos gustos o fobias invernales, hay muchas que, haga el tiempo que haga, aprenden a disfrutar de cualquier "traje" invernal viendo y saboreando la vida y sintiendo su latido eterno mas allá de brumas, celajes, nieves o cierzos heladores. Para ellos -y para los que vamos recorriendo ese camino- estos cálidos versos del querido José Antonio Labordeta:
Vendrá el invierno
y tendrá tus labios
los labios tenues que besan
con asombro
la nieve hermosa que cubre las praderas
como cansinos pájaros de hielo;
vendrá el invierno
y tendrá tus labios,
vendrá el invierno
y tendrá tus labios.
Que el próximo 2013 -que tan invernal parece- tenga ya un beso tenue y asombrado para todos.